Las personas son personas antes de ser carpinteros, artistas o lo que sean; no dejan de serlo si son miserables, tontas, etc. Así que miro al criminal como al hijo de alguien, como a un sujeto cuya forma de vida expresa la cultura en la que vive; como a Fulano de Tal, en quien confluyen multitud de condiciones y circunstancias. Habrá matones que amen a sus hijos y sean tiernos con ellos: la vida real no genera villanos de caricatura. Pero apartar la visión maniqueísta y ser capaz de ver lo bueno que tenga cualquiera, no debería soslayar la condena del crimen. No me refiero a condenar a las personas, sino a los actos criminales. Y a mi parecer el repudio debería ser de tal naturaleza, que no permitiera apreciar como "bueno" nada de lo que envuelva: si Fulano de Tal muestra su sagacidad y creatividad en la planeación y ejecución de un crimen, puedo reconocer que hubo sagacidad y creatividad; pero no admirarlas, no de modo que se coloque a Fulano como ejemplo de sagacidad y creatividad, por muy sagaz y creativo que sea.
Silvia Parque