La gente es libre de votar o elegir lo que le parece. El problema -si es que hay un problema- es que sólo puede elegir entre lo que se le ofrece. La estructura política en un pueblo o en el estado, se basa en cierta "fe democrática": una ilusión o espejismo que proporciona seguridad y comodidad. La sociedad política se basa en la confianza (todo negocio se basa en la confianza), pero si hablamos de democracia no sólo debe haber confianza, sino también reglas.
Sería perfectamente democrático un sistema en el que una lotería decidiese quién manda, siempre y cuando un amplio cuerpo electoral tuviese participaciones de ella. Suena extraño, pero ante el poder que actualmente ostenta cada individuo, no parece un escenario muy irreal. La falta de transparencia en la elegibilidad tiene al menos dos vertientes:
- La forma en que los partidos políticos estructuran los cauces de participación política obedece a intenciones acordadas en un contexto determinado y muy reducido.
- Todo sistema de participación política que se forme de acuerdo a un grupo de interés concreto en un contexto concreto, será un sistema de participación inadecuado, ya que el sistema debe tener vocación de eternidad.
La única doctrina política que vacuna contra estos problemas es aquella que defiende al individuo como centro de gravedad de la actividad política colectiva y además, que busca un sistema de orden comprensible, transparente, participativo, pero no ilimitado. Es decir, individuo y limitación del poder mediante la ley. A esta doctrina, descrita de forma tan somera, podemos llamarle liberalismo político. También podemos llamarle Paquito, pero estar todo el día bautizando las cosas, hace más difícil que nos entendamos y que nos entiendan.
Si para evitar los problemas consustanciales al actual sistema de poder, ya tenemos un cuerpo de ideas conocidas, sorprende ver que no se apliquen. Es como si nosotros, como sociedad política, buscáramos la permanencia de los problemas conocidos. También puede ser que se apliquen de vez en cuando (lo que crea confusión). E incluso cabe pensar que ya dispongamos de las instituciones adecuadas pero que por alguna razón no funcionen correctamente.
Reconozco que es peligroso aludir al "funcionamiento correcto de las instituciones", pues tal frase alude a dotarse a uno mismo de la razón e invalidar a los demás. Es por eso, que para no estar todo el día enfrentándonos por lo que es correcto, necesitamos leyes claras y limitadoras. Sospecho que para establecer nuevas normas o reformar las existentes, hace falta una gran aceptación por el cuerpo electoral. No acabo de ver cómo el liberalismo político puede ser aceptado por la mayoría o por una minoría suficiente cuando parece no querer salir de la irrelevancia social, mediática, cultural y política (en términos comparativos). Y no es cosa de falta de cabezas bien colocadas, de relevo generacional o de medios. A riesgo de equivocarme diría que, en esencia, los liberales son excesivamente individualistas y cuando no, excesivamente acomodaticios.
Que grupúsculos partidarios de otras doctrinas tengan tanto movimiento y visibilidad cuando con sus propuestas inciden en ahondar en los problemas políticos que arrastramos, es una lección de la que sacar una conclusión que vaya más allá de la simpleza de decir que "la gente es tonta". Es más, si quieres convencer a alguien de algo, no le puedes llamar tonto a la cara.
Claro que si no quieres convencer a nadie de nada, los puedes poner a caer de un guindo. Qué más da.
AdendaIdea rápida antes de meter al venado en el horno: me resulta chocante encontrar muchas fuentes que discutan sobre eutanasia (por ejemplo) y no sobre cómo establecer el mejor método para la recogida de basuras en un ayuntamiento rural y disperso (por ejemplo). El primer problema lo veo más importante, sí, pero el segundo es más urgente. Creo.