No hay en la historia ni un sólo ejemplo contrario a la eficacia de la verdadera oración. Si alguién no recibió lo pedido, es pureba de que no supo orar.
La verdadera oración no consiste en palabras, sino en acciones, y los dioses ayudan a quienes se ayudan a si mismos; pero el que espera a que los dioses le cumplan lo que él debe cumplir, no sabe como orar y se desalienta.
La oración significa elevar el pensamiento y la aspiración hacia el supremo ideal. Esperar a que nuestro supremo ideal descienda a nosotros es un absurdo imposible.