Acompañada por el sonido de los huesos quebrajados de mi afilada herramienta y el silencio sepulcral que caracteriza este momento, me dispongo a unir cada miembro como si de un puzzle se tratase. Coloco los brazos en cada esquina. Las manos las junto con las muñecas. Las piernas las deposito en la parte inferior del agujero negro. El tórax lo encajo en el centro de las piezas. Los pies me los llevo de recuerdo. Y para terminar, la cabeza la posiciono en la parte superior mirando al cielo, para que lo primero que vea sea mi cara de satisfacción y tranquilidad. ¡Y ya está casi todo hecho! Sólo queda mostrarte el trabajo que me ha costado tanto realizar.
Ahora veo la vida de otro color, quizás de un tono rojizo intenso, pues las salpicaduras de mi obra de arte penetraron en mis pupilas. Recojo la pistola testigo del fatal desenlace, y me dirijo al coche. Abro el maletero y con una gran sonrisa te doy la bienvenida a lo que será tu nuevo hogar.