TraductorJaime Zulaika
LibroEditorial: AnagramaEdición: 2011Páginas: 353ISBN: 978-84-339-7555-2011
Mi impresión
Este es mi primer y único libro, hasta el momento, que he leído de Ian McEwan y, probablemente, no será el último. Me ha gustado cómo trata, y mezcla o entremezcla, los temas del calentamiento global, la infidelidad, la paternidad, la obesidad y el estar en una etapa, final, de la vida.
Aunque inicialmente, por lo que he escrito, parezca que es un libro catastrofista, no es así, hay una narración fluida, extensa, pero que sabe atacar muy bien cada uno de los temas tratados, de forma, a veces, irónica y otras no tanto. Nuestro personaje (cuando leo un libro siempre me apodero del personaje y lo hago mío, aunque no lo sea) es un reputado científico, físico para más inri, que una vez recibido el premio Nobel se ve abocado más a la administración o gestión de los diferentes grupos de trabajo en los que participa que a la investigación como tal: se ha vuelto burócrata.
El libro trata tres años cruciales en su vida: 2000, 2005 y 2009. Cómo su vocación por salvar el mundo, primero no tanto, se ve acrecentada por la muerte de un subordinado y cómo su vocación por las mujeres le aboca a ser embaucador, infiel y, también, cornudo y, pese a no desearlo, se combierte en padre a la entrada en la decrepitud de la vida: cuando vaya a cumplir los 70 años de vida su hija no llegará a cumplir 10.Y aunque nunca pongo citas, sí creo que cabe mencionar una cita que se encuentra por duplicado en el libro y que la dicen dos personajes muy distintos, primero el pupilo y luego el maestro y que, creo, es muy buena para abrir conciencias y darnos cuenta de lo que se nos puede venir encima si no pensamos bien lo que hacemos con la naturaleza y con sus recursos:
...Y escuche esto. Hay un tipo en un bosque, bajo la lluvia, que se muere de sed. Tiene un hacha y empieza a talar los árboles para beber la savia. Un trago de cada árbol. Todo alrededor es un desierto, no hay fauna ni flora, y sabe que el bosque está desapareciendo rápidamente por su culpa. ¿Entonces por qué no abre la boca y bebe el agua de lluvia? Porque es buenísimo cortando árboles, siempre ha hecho las cosas así y piensa que los que recomiendan beber agua de lluvia son gente rara. La lluvia es nuestra luz solar, profesor Beard. Empapa nuestro planeta, gobierna nuestro clima y la vida natural. Es una dulce lluvia de fotones, ¡y lo único que debemos hacer es levantar nuestros vasos!...
(Páginas 41 y 42)De todas formas, cabe decir que nuestro personaje, aunque quiera salvar el mundo, también disfruta del dinero y los negocios. Es decir, no es un santo, pero sí podría presentarse como un estereotipo de científico dedicado a hombre de negocios de los que ya conocemos en la vida real.
Contraportada del libro
Michael Beard es un físico que recibió hace años el Premio Nobel por un descubrimiento que en los medios científicos se conoce como la Combinación Beard-Einstein -y aquí comienza la feroz, irresestible ironía de McEwan, porque "combinación" implica también simbiosis, confusión-, y desde entonces se ha limitado a vivr apoltronado en sus laureles. Beard tiene ahora cincuenta y pocos años, y se encuentra en el tramo final de su quinto matrimonio, un final que no se parece en nada a los de sus cuatro uniones anteriores, menos emocionales y más convencionales. Porque Patrice, la quinta esposa, diecinueve años menor que él, y que observada desde ciertos ángulos se parece a Marilyn Monroe, cuando descubrió su aventura con una matemática de la Universidad de Berlín reacción con una euforia inesperada. Se mudó a otra habitación, y antes de que pasara una semana había iniciado una relación con Rodney Tarpin, el constructor que les rehabilitaba la casa, veinte años menor que Beard, capaz de subir corriendo las escaleras con un saco de cemento de cincuenta kilos bajo el brazo, y que no lee más que periódicos deportivos.
Beard, que nunca ha sido galardonado por su atractivo pero siempre ha tenido éxito con las mujeres, y en todos sus matrimonios ha sido el adúltero y el culpable, ahora sufre desesperadamente por la bella Patrice. Aunque quizá su dolor sea más intenso porque desde hace años no es más que un burócrata de la ciencia, un científico para quien la emoción y la aventura han quedado relegadas a la vida privada, la cabeza visible de un instituto estatal para la investigación de las energías renovables que es poco más que un artilugio político.
Entre los jóvenes becarios del instituto se encuentra Tom Aldous, que aún se apasiona por lo que hace, y tiene proyectos mucho más ambiciosos que la insignificante turbina a la que aspiran los políticos. Y cuando una noche Tom lleva a Beard a casa en su coche, y conoce a Patrice, la combinación de adulterio en las clases ilustradas y esperpento científico deviene una negra comedia de enredos, de intriga en el más puro estilo de Hitchcock, con cadáver incluido. Y aquí y ahora, en este mundo en los umbrales del gran cambio climático, del temido calentamiento global...
"Una novela apasionante sobre la razón y la irracionalidad. Nos retiene y deslumbra hasta la última página con su aguda percepción de la vida contemporánea, y su implacable suspense" (P. Kemp, The Sunday Times).
"Las incitaciones a reflexionar sobre el cambio climático abundan, y nos apremian. La opción que ha tomado McEwan es tan sorprendente como elegante; en lugar de elegir el Apocalipsis, opta por la comicidad" (Christopher Tyler, The Guardian).
"Una obra maestra de la sátira. Divertida e inteligente, Solar será uno de los clásicos de nuestro tiempo" (Lorna Bradbury, The Telegraph).
"Un libro rico y elaborado como no veíamos desde hace mucho tiempo, un antihéroe moderno, pleno de defectos y vitalidad" (Masolino D'Amico, La Stampa).