Ilustración de Fille Frisée
Cuando nos cuentan que una persona ha decidido vivir alejada de la sociedad y se ha retirado a una cabaña, por un lado sentimos envidia y por otro cierta angustia. Ante la soledad no elegida no ocurre lo mismo. Sabemos que genera sufrimiento y que hay que buscar remedio. Para abordar estos temas, es necesario un enfoque interdisciplinar. Acaba de llegar a las librerías una obra colectiva: Arquitectura de la soledad, publicada por Ediciones Asimétricas. Desde el concepto filosófico de soledad hasta sus relaciones con la arquitectura o las redes sociales, el libro ofrece un excelente mapa para pensar todas las dimensiones de un fenómeno muy complejo: estar solos. El libro tiene su origen en un seminario sobre “soledad y entorno construido” llevado a cabo en 2019 en la universidad de Tampere, Finlandia.
Hay una soledad existencial. Ser conscientes de que existimos conlleva darnos cuenta de esa soledad radical. Somos seres pensantes, autoconscientes. De ahí nacen las contradicciones ineludibles del ser humano. Como sujetos libres, queremos distanciarnos del mundo. Necesitamos esa autonomía. Pero, por otro lado, huimos de la soledad, buscamos a los otros. La empatía sería el puente natural para mitigar la angustia de sentirnos solos. La historia de la humanidad puede ser narrada a través de esa tensión dialéctica. De ahí que haya que hablar de soledad deseada y no deseada.
Vivimos en entornos construidos. La arquitectura y el urbanismo se encargan de diseñar casas y ciudades. No somos conscientes del papel mediador que tienen esas construcciones artificiales. En el libro se hace hincapié en la relación que tienen esos entornos construidos con la soledad deseada y no deseada. Las formas de habitar surgidas a raíz de la industrialización se nos presentan como naturales, como si fuesen la forma más natural y racional de ocupar el espacio. Los entornos construidos pueden facilitar ciertas relaciones sociales y dificultar otras. Si pensamos en la distribución espacial en el hogar moderno, veremos qué significado se da a cada actividad. Los enfoques funcionales, por ejemplo, reducen el acto de cocinar a un mero trámite productivo y consumista. Otorgan el espacio necesario para usar electrodomésticos.
Para estudiar la forma de habitar el espacio vital no basta con adoptar un enfoque cuantitativo. El excesivo racionalismo funcionalista olvida que habitar no solo consiste en ocupar espacio, no es solo una cuestión de topología. Tampoco es suficiente un enfoque esteticista de la arquitectura. Este punto de vista se obsesiona con las formas bellas, con lo visual. A lo largo del libro va quedando claro que es necesario un enfoque cualitativo que integre todas las dimensiones humanas. Habitar consiste en crear lazos significativos con el entorno y las personas. Ahí intervienen todos los sentidos. Nos olvidamos del tacto y el olfato. Habitar no es solo algo individual. No nos sirve el enfoque atomista. Habitar es crear nexos colectivos.
Es evidente que la soledad no deseada constituye una patología social que hay que erradicar. Son muchos los factores que pueden provocarla. Se requiere, en primer lugar, una buena metodología para observar y analizar esas causas. Y no dejarse llevar por prejuicios… Los datos muestran que los países más individualistas no son los que necesariamente tienen más casos de soledad no deseada. Los que poseen mayores índices de soledad son los países con culturas más colectivistas. Hay que analizar todas las dimensiones: los niveles de pobreza, las exclusiones por edad, las discriminaciones étnicas, el mundo laboral, los hábitos de ocio y consumo. Incluso es necesario un vocabulario más riguroso para pensar en todos estos síntomas y causas. Hay varias páginas dedicadas a la soledad deseada. A todos nos gusta estar solos y tener un espacio propio, al menos durante unos minutos. La soledad deseada presenta varios beneficios a las personas. El primero es la libertad. Vivir con los demás exige aceptar ataduras y obligaciones. La soledad deseada anhela una autonomía plena. Da la sensación de que siempre estamos haciendo lo que quieren los demás… La soledad favorece la reflexión, el sosiego y la creatividad. Te permite mantener distancia con el mundo. Sin embargo, el entorno construido no facilita espacios para el quiere estar solo. Vivimos en espacios vigilados, sociedades pensadas para producir y consumir, con espacios para las masas, para los rebaños que siguen las tendencias del momento. Y la habitación propia se ha convertido en una pantalla conectada con el universo, con el mercado.https://www.diariodejerez.es/jerez/Educacion-Cerebros-Toneles-soledades-entornos-construidos_0_1902410317.html