Hace unos días una persona muy querida por nosotros, de la que ya hablé anteriormente en Para aquellas mamás nos pidió a mis padres, a Papá fotógrafo y a mí un gran favor.
Y, tras pensarlo y valorarlo mucho, hemos decidido hacerlo.
Esta situación me ha hecho reflexionar mucho acerca de la falta de costumbre que tenemos los seres humanos de ayudarnos los unos a los otros.
Creo que no me equivoco al decir que todos y cada uno de nosotros, cuando escuchamos de una tercera persona un caso de este tipo, acerca de alguien que pide ayuda a otra persona que se la puede dar, pensamos que nosotros en su lugar le ayudaríamos sin lugar a dudas, porque, al no afectarnos directamente, lo vivenciamos desde una posición segura, en la que solo tenemos que valorar cual es la actitud correcta. Y la solidaridad está muy valorada.
Pero viviendolo en tu propia piel, y cuando lo que te piden supone un esfuerzo para ti, la cosa cambia... ya no está tan claro lo que hacer. Y me parece algo normal y totalmente lógico, porque todos tendemos a priorizar nuestros propios intereses.
Así que creo que deberíamos ser mas honestos con nosotros mismos antes de llenarnos la boca diciendo lo solidarios que somos. Porque mientras no nos vemos en la situación, no sabemos cual será nuestra reacción. Y yo me he sorprendido a mi misma cuestionándome si prestar mi ayuda o no, cuando siempre me he considerado una persona solidaria.
Tras darle muchas vueltas, hemos decidido apostar por esa personita que tanto está sufriendo y depositar en ella toda nuestra fé.
Bajo mi punto de vista esto es una apuesta que trasciende a esa persona. Es una apuesta por la bondad del ser humano. Porque solo se puede hablar de apuesta cuando tienes algo que perder.
Y le hemos regalado lo mas valioso que tenemos...nuestra confianza.
Estamos seguros de que el esfuerzo merecerá la pena.