Solidaridad
Ahora nos parece más dramático el naufragio de tanta gente. El infernal trasiego de seres humanos se nos había hecho digerible a fuerza de desayunar, comer y cenar con la noticia, día si y día también.
Ahora que nos han dicho a voz en cuello que los llegados de África vienen huyendo de guerras y persecuciones, los miramos con atención y conmiseración.
Ahora que también vemos blancos, prestamos atención.
Porque ya se nos habían anestesiado los sentidos con las vistas de pateras y vallas.
Por más que todos ellos nos habían dicho que huían de sus guerras, de sus persecuciones, del hambre, llegamos a no hacerles mucho caso. Los políticos hicieron lo suyo para vendarnos los ojos y traerlos a nuestras calles sin otro futuro que dormir al raso y ser manteros.
Este país tiene grandes deudas con los desterrados que se atreven a “molestarnos en nuestra siesta”.
Italia recibe a miles y no parece que sus gobernantes se dediquen a criminalizarlos.
Lo que piden a gritos es que la UE tome las riendas de la protección y de la reinserción de los desheredados. Pero no los rechazan con balas de goma ni les hacen barreras para que no lleguen a las costas.
No hace tanto que desde Europa se emigraba y sabemos todos los sinsabores de la huída.
Llegan a Europa de todas partes, hay que acogerles ahora con el calor que pedimos tener entonces.
Por suerte nos acaban de “despertar” casi a gritos, para volver a sufrir solidariamente.
Ahora que podemos, hagamos un hueco en nuestras tierras por favor.