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Solidaridad pervertida

Publicado el 15 enero 2010 por Bloggermam
Solidaridad pervertida
La solidaridad es un sentimiento muy humano. Es aquello que nos lleva a ayudar a aquel que lo necesita, paliando en la medida de lo posible el sufrimiento de un desconocido.
Y, como tal sentimiento humano, es muy fácil despertar la solidaridad de la gente. De modo que cuando somos informados de una tragedia reaccionamos de forma solidaria de una forma rápida y eficaz. Eso es bueno en sí mismo. Aunque no me parece bien es que desde las instituciones –nacionales e internacionales- se estimule esta solidaridad, cada vez que hay una tragedia humanitaria que podría ser menor, si realmente trabajaran para evitar las consecuencias de cataclismos que se sabe que sí que van a suceder. Es una solidaridad que deja el regusto amargo de saber que podría haber sido menos dramático de haber actuado antes.
Si un niño va en bicicleta por un camino lleno de piedras grandes, es muy probable que se caiga y se haga daño. Cualquiera ayudaría al niño a levantarse cuando se cae y le curaría las heridas. Pero lo deseable es que se cayera el menor número de veces y que llegado el caso de que se caiga, se lastime lo menos posible. De este modo habría que trabajar para que el camino por el que va el niño en bicicleta fuera menos agreste y comprarle unas buenas protecciones al chaval.

Se trata de una metáfora que hará que más de un gracioso se afile la lengua. El que quiera comprenderlo, que lo haga. Pero en este caso el que quiera hacer una gracia al respecto que primero proceda a rascarse el interior del intestino grueso con una bombona de butano.
Es evidente que no se pueden evitar terremotos, ni la mayoría de los huracanes, ni muchas inundaciones, ni otros diversos cataclismos. Pero sí que se puede trabajar sobre los efectos que éstos causan sobre las personas. Sobre todo en lugares en los que la probabilidad de que sucedan es elevada.
Tengo que reflexionar sobre si muchas regiones del planeta pagan más vidas frente a los desastres naturales por ser pobres o si son pobres porque los desastres naturales son mucho más frecuentes en esas latitudes.
Terremotos de la magnitud del reciente de Haití (decenas de miles de fallecidos) o el diez veces menos potente que en 2003 mató a 20.000 personas en Irán  podrían tener un efecto menos devastador desde el punto de vista humano, si las viviendas no fueran ratoneras, si la pobreza no fuera lo único que pueden comer millones de personas. Gente que con gran esfuerzo consigue construirse un techo precario que se convierte en su sepultura. Infraestructuras deficientes que impiden el desarrollo de una zona cuando todo va mal y que impiden el reparto de la ayuda cuando es todavía peor.
Cuando una zona es arrasada constantemente por desastres naturales, se pierden muchas vidas y se hipoteca la de los que sobreviven. Aparecen hambrunas, muertes, precariedad, retraso en el desarrollo de la sociedad, aparición de supersticiones y de corruptos que procuran mantener su pobre status a consta de que otros estén peor que ellos.
En el lado opuesto está el flamante mundo desarrollado en el que vivimos. Japón sufre constantes terremotos algunos de una intensidad similar, pero que afortunadamente no producen la misma cantidad de víctimas mortales. El huracán Mitch no causó los mismos daños en Centro América que el Katrina en Estados Unidos. ¿Los ricos tienen más suerte que los pobres? ¿Se puede comprar la suerte?
Nunca hay dinero internacional para acabar con el hambre, para construir infraestructuras sólidas que apoyen el desarrollo de una zona. Para eso no hay dinero internacional, ni el 0’7 % del producto interior bruto de ningún país, ni nada. Sin embargo cuando los especuladores y banqueros se pasan de listos y hunden el perverso sistema financiero en el que vivimos, aparece dinero a espuertas. Todo el dinero que haga falta para que los bancos no pasen hambre. Para lo verdaderamente importante no hay dinero, porque tampoco les interesa. Saben que cuando haya otro desastre el que pueda se rascará el bolsillo para ayudar en la medida de sus posibilidades. Desde las instituciones saben que seremos todo lo solidarios que éstas no quieren ser.
Ahora la gente camina por las calles de Puerto Príncipe tapándose la nariz y la boca asfixiada por el hedor de los cadáveres; porque otros antes se taparon los ojos para no ver la miseria que se apoderó de Haití hace décadas.
keagustitomekedao
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