también se puede elegir. Pero no se puede elegir la muerte cuando ya se está muerto, eso es el sinvivir: respirar, vegetar, esperar, callar.
Callar para callarse a uno mismo, para no existir y así no poder morir, solo los vivos morimos, solo la vida se acaba, la muerte es eterna.
Las palabras comprometen, su expresión responsable nos elabora, nos independiza, nos permiten amar y que nos amen, nos incitan a trabajar, nos inducen a proyectar, nos impulsan a crear y a crearnos. Nada menos que de palabras se hace la vida. Nada menos que de palabras se construye el presente desde el futuro.
Solo palabras que pueden doler al parirlas pero que no queda otra: pares o revientas; o las pares o te parten; o las pronuncias o abandonas. Pero que no ahogan ni inundan, sino que alumbran. Vivir es el camino más largo hasta la muerte, ¡mejor vivir! Mejor hablar.
Texto: Ángeles Jiménez