Ayer, en la tienda, tiré dos latas de leche evaporada, y una de ellas se abrió, así que la compré.
Esta mañana recordé lo importante que es sacar el alimento de inmediato, de una lata abollada o abierta. Vacié la leche en un recipiente, y me consolé pensando que de todas formas, la lata ya tenia tiempo lastimada; la pila de la que cayó es de latas -en oferta- con algún golpe evidente. O la tiraba a la basura, o la usaba con confianza, y no la iba a tirar. Así que bebo café con leche evaporada y usaré el resto para hacer pasta, a mediodía.
Si nos ponemos cuidadosos, muchas de nuestras prácticas deberían cambiar, y muchas se harían imposibles. Yo me quedo con lo básico: lavar las manos, desinfectar el agua... cosas así. Pienso que "poco veneno no mata", y que, como descubrió mi amiga oncóloga, si te pones a averiguar, todo es cancerígeno.
Tengo en cuenta los perjuicios relacionados con la Coca Cola, la sopa Maruchan, y la larga lista de productos con jarabe de maíz de alta fructuosa, o niveles increíbles de sodio. Pero creo dos cosas: que el problema es el exceso y la falta de balance entre la chatarra y lo nutritivo, y que estoy protegida. Puede parecer que nada más la primera creencia es objetiva y racional; pero lo segundo no es una tontería. Tuve un maestro de clínica que nos decía que lo que iba a matar a los fumadores no era fumar, sino la culpa con la que fumaban desde que empezaron las campañas contra el cigarro.
Silvia Parque