Sin nadie. Colgados del techo, goteando.
Sin siquiera una sombra,
con la mudez de mis escritos que palpitan.
Triste y acurrucados
como los perros de la calle,
mi verso y yo,
Solos.
Como somos entre la multitud de los otros,
como un beso muerto a escopetazos
o asfixiado bajo una mano asesina y cruel.
Mi lápiz, que no es la voz de nadie
escribe el vacío del viento,
y caída la noche
sobre nuestros hombros,
mi verso y yo, nos lamemos.