A ciertas ciudades no las alcanzará jamás la luz del día
y sus habitantes semejan ser sombras proyectadas
por farolas artificiales e inexpresivas en paredes veladas
Con el libre albedrío, la piel se transforma en papel couché,
las conciencias y el destino se reconstruyen en paisajes
provistos de muros desdentados, anatomía con la que aspiran
a protegerse de la esclavitud
Nadie admite el fracaso, ambicionan el yo sobre todas
las cosas y piden con insolencia a los otros lo que ellos nunca
entregarían de manera voluntaria
¡OH dios misericordioso!, pon tú por nosotros el coraje
¿no adviertes nuestro miedo ni escuchas el llanto?
Hasta ellos acudió puntual la muerte a su cita con ataúdes
de segunda mano y ni aún así lograron soterrar la vergüenza
[Noviembre 2012]
© Fernando Sabido Sánchez