Somos lo que mostramos (Presentación de "La onda expansiva")

Publicado el 25 noviembre 2010 por Jvilla
La onda expansiva, por Raúl Rentero
Fue culpa de la euforia, sí, y no me arrepiento, pero sirva este introito para redimir pecados, por ejemplo, esa mala costumbre que tenemos los columnistas de empezar la casa por el tejado. Porque, aparte de tan sonoro logotipo con el que hemos blindado esta sección, sería menester explicar a qué se refiere eso de la “onda expansiva”, expresión algo arriesgada, sí, y efectista, también, pero que puede llevar a engaño.
En medio de esta liga bipolar, donde el interés general lo centran (o lo descentran) Madrid y Barcelona, pensamos que sería interesante conocer hasta dónde llega la onda malaguista; seguramente en cualquier oficina de la Costa del Sol, en las terrazas taberneras de los paseos, en los medios de comunicación locales, el Málaga C.F. sea punto neurálgico de las tertulias. Sin embargo, ¿se han parado a pensar cuánta metralla de esa onda expansiva llegará al resto de España? ¿Qué imagen se tiene de los boquerones en Gijón, en Zaragoza, en Badajoz o en Albacete? ¿Qué llega de las preocupaciones malaguistas más allá de su provincia? Esa es la visión externa que pretendemos abarcar, aunque sea someramente: conocer, directamente traída de otros lugares, la importancia o peso específico que el Málaga C.F. tiene en el resto de España.
No somos lo que queremos, dijo alguien con poderosa razón. Somos lo que mostramos.
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El germen de esta idea llevaba madurando en mi cabeza mucho tiempo. Hace siete años me mudé a la ciudad de Valencia procedente de San Sebastián. Eran tiempos gloriosos para el equipo ché; el destino quiso que el día que llegué a la ciudad, el Valencia, C.F. aterrizaba en el aeropuerto de Manises tras conquistar la copa de la UEFA. Eran los tiempos memorables de Rafa Benítez, de Cañizares, de Ayala, de Kily González y un largo etcétera. Tiempos de gloria, se dice, con ligas, copas y reconocimiento europeo. Mientras desembalaba todos mis trastos me asomé a la ventana de mi nuevo domicilio y vi pasar la triunfal comitiva, el autobús descapotable desde el que jugadores y equipo técnico saludaban a la afición, cual César entrando en Roma tras la conquista de la Galia. Fue entonces cuando, por vez primera, vino a mí este término que ahora acuñamos. La onda expansiva. Pues mientras Valencia era una fiesta, mientras los valencianistas se creían el centro del mundo, del Universo todo, yo venía de “fuera” siendo consciente de que nada de esa euforia (o muy poco) trascendía hacia el exterior. A pesar de la Liga, de la UEFA y de los fastos pseudo-apocalípticos, fuera de la ciudad del Turia, lo único que interesaba al populacho era la llegada de Camacho como entrenador del Real Madrid y el fichaje del Michael Owen. Eran los tiempos de la explosión del Barça de Rijkaard y Ronaldinho, sobre el que se debatía abiertamente si habrían de ofrecerle un contrato vitalicio. El Zaragoza ganaba la Copa del Rey y era algo sonado porque se la había ganado al Madrid de Queiroz en Montjuic, desmoronando la era galáctica del orbe blanco (si se la hubiera ganado al Osasuna, mismamente, la onda expansiva hubiera sido casi nula).
¡Qué tiempos aquellos! Y cuanto ha llovido. Tanto, que parece el fútbol del neolítico, ¿verdad?
En aquel momento el Valencia era el mejor equipo de España, y uno de los mejores de Europa, sus gladiadores saludaban desde el carro de los laureles ante mi ventana y yo pensaba lo injusta que podía llegar a ser la vida pues aquella gloria pasajera que hacía que los valencianistas se creyesen diana del foco mundial, tan solo abarcaba un puñado de kilómetros cuadrados, los que separan el puerto martítimo del cartel que anuncia la entrada del viajante en La Mancha.
Quizás pueda considerarse una crítica voraz o excesiva, pero me maravillo cuando hablo con mis compañeros valencianistas, que aún se consideran a sí mismos como referente mundial. Seguramente se deba a que teniendo un canal autonómico que abre los noticieros con el Valencia, un periódico propio, “Superdeporte”, y cientos de radios locales dedicadas exclusivamente al equipo ché, el continuo auto-bombardeo de información les haya llevado a engaño.
Recuerdo la vez en que un amigo ché de toda la vida regresó de un viaje al norte, y espetó indignado: ¡Es increíble, he estado una semana en Santander y allí nadie habla del Valencia! ¡Pero si somos campeones de Liga y de la UEFA!
Recuerdo que le miré con delicada ternura, sonreí de buena fe y solo dije:
-Bienvenido al mundo real, colega.
No hubiera estado de más que, avisados por una onda expansiva como ésta, aquellos aguerridos valencianistas hubieran entendido que así ganen la Liga una o mil veces, la realidad es sólo una, y es que su metralla no alcanza más allá del embalse de Contreras (frontera con Cuenca)
A no ser, claro está, que esa semana toque partido contra Madrid o Barcelona.
Lo dicho. Aunque con retardo, bienvenidos, boquerones (y quien se digne) a esta onda expansiva.