Revista Talentos

Soñar despiertos

Publicado el 19 febrero 2015 por Isabel Topham
Vivía en una pequeña habitación, en donde apenas daba la luz y se abastecía más de la sombría que se percibía en la mayor parte de ésta; siendo a su vez, inspiración para su obra de arte (la cual llevaba en blanco desde el verano pasado antes de que muriese su madre). Las cortinas de aquella lúgubre habitación filtraban la intensa luz que se reflejaba en la ventana, haciendo sombra aquellos montones de ropa roída y sucia tirados en el escritorio; mientras seguía durmiendo con una pierna fuera de las sábanas tranquilamente. Por norma general, vivía en un ambiente con olor a alcohol y tabaco, entre ruidos y silencio, sin preocupaciones.
Siempre que salía a la calle, anotaba en una pequeña libreta de color azul todo lo que veía, y todos lo señalaban con el dedo mientras lo abucheaban llamándolo loco. Observaba a uno dar patadas al aire mientras gritaba "¡SOCORRO!" a otro, sentarse en una silla invisible. Otro se montaba a caballito en todo aquel que estuviese cerca suya. También, veía payasos gigantes paseando y saludando por las calles mientras sonreían a cualquiera con una macabra sonrisa. Iba caminando tranquilo, con una botella de whisky y una cajetilla de cigarros en el bolsillo trasero de su pantalón, mientras escribía todo lo que veía cuando algo le hizo ver que, quizás el loco no fueran ellos.
Sentía la necesidad de ser libre, parecía estar en un sueño al cual confundía constantemente con la realidad, no entendía el por qué de aquella extraña razón. Quizás todos tuvieran un motivo para actuar así, quizás alguien mancillase la realidad, ¿acaso intentar huir de ella es estar loco? Él no era ningún tarado mental dispuesto a estar encerrado en un manicomio sólo porque al resto le dé miedo percibir el mundo tal y como es, no quería dejar de sentir. Quería vivir, vivir, vivir y vivir. Para él, eso era el significado de la vida. Construir nuestro propio camino y no ir pisando las huellas de los demás. Mejor ser un loco al volante, porque sólo éste es quien pone freno a la vida; y no tener que recurrir a la bebida y al tabaco con tal de evadirse, fantasear o reír para aparentar ser alguien normal.
Exhausto, exponía y debatía ante cualquier excusa de factores externos al motivo, y (casi) sin argumentos, que había que soñar despiertos, pues de los sueños tan sólo se alimenta la esperanza de seguir viviendo.
"Alguien dijo una vez que somos nuestros sueños, que si no soñamos estamos muertos..."

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