-¿Me quieres?
-¿Tú que crees?
-No lo sé, dímelo tú.
-Claro.
-¿Claro qué?
-Claro que sí.
-¿En serio?
-No, de broma.
-Y ¿en serio?
-También.
-¿Volamos juntos?
-¿Juntos?
-Sí, juntos.
-¿Porqué?
-Por cambiar...
-¿Cambiar el qué?
-Tu soledad por mi compañía.
-Suena bien. Mi soledad y tu soledad anuladas.
-Volemos.
-¿Qué trae la brisa nocturna?
-Frescor.
-Y ruidos.
-Y cambio de día.
-Y sonidos.
-Eso ya lo has dicho antes.
-No, es distinto.
-¿Y cuál es la diferencia?
-Ruidos son sonidos desagradables, como el claxon de un coche en la tranquilidad de la noche.
-¿Y sonidos?
-Sonidos son las asonancias dulces y melódicas, como el chirrido de un grillo en la esquina de la plaza. El ladrido de un perro comunicándose con su vecino. O el diálogo de los árboles a través de sus hojas.
-O el latido de mi corazón.
-Sí, cuando lo escuchas.
-Como ahora.
-Sí como ahora.