Yo también soy de libro, en papel, como Ana. Me identifico con cada una de las palabras con las que define su predilección por este soporte y mira que he intentado aficionarme al otro, al electrónico, pero tras haberme descargado un par de libros para leerlos en mi tableta no consigo continuar con la lectura, no me atrapa, y eso que la comodidad de no necesitar luz directa y poder aumentar el tamaño de letra es un gran valor añadido para una cegata como yo.
Lo he intentado hasta con revistas digitales, que además tienen el atractivo de ser bastante interactivas e incluir videos y música entre sus “paginas”, pues tampoco he conseguido acabar de hojear las dos que me descargué, sin embargo el Mondo Sonoro en papel me lo acabé de un tirón el domingo al sol. Así que debe tener relación con mi generación no-digital.
Como a Ana prefiero el cine en pantalla grande, lo mínimo que acepto es una pantalla de televisión de 32 pulgadas, ver una película en la pantalla del portátil me es imposible, me lo pierdo todo. Sin embargo observo a mis hijos y sus amigos, nativos digitales, y esponjas en lo que a tecnología de última generación se refiere, y ellos si son capaces de hacerlo.
Para ellos la televisión, tanto por su contenido como por su soporte, no les es indispensable, pero por el contrario no pueden prescindir de su ordenador, de su ventana al mundo, donde si que elijen lo que quieren ver, no lo que les imponen los directivos de las distintas cadenas. YouTube es la gran competencia para la televisión, los chavales prefieren reírse con los vídeos y montajes de youtuberos (jóvenes como ellos) que llegan a conseguir más de dos millones de seguidores, que sentarse delante de la tele a ver la serie o el reality de turno.
Y no solo en la pantalla del ordenador, pueden visualizar videos y páginas en las pantallas de sus móviles de última generación, sin hacer el esfuerzo mental y visual que yo tengo que hacer para quedarme con los mínimos detalles, pero claro, yo jugaba con muñecas, juegos de construcción y lápices de colores sobre blocs tamaño folio, mientras que ellos han pasado horas pegados a sus consolas de pantallas diminutas, perfeccionando esa especial coordinación visual y manual necesaria para triunfar en el mundo de los videojuegos.
El otro día me senté a jugar con ellos a una nueva consola que les habían dejado, el mando era distinto a los que había usado hasta entonces, totalmente desconocido para mi, había que manejarlo con las dos manos y apretar varios botones a la vez, ya sabéis, pulgar izquierdo para girar el cuerpo, pulgar derecho para manejar la mirada, más otros cuantos botones para disparar, agacharse… no conseguí dominarlo, me mataron unas doscientas veces, mientras que ellos en un rato nada más tener la consola en su poder habían conseguido dominar los mandos.
No me doy por vencida, en algún lugar de mis conexiones neuronales-musculares se encuentra escondida aquella campeona con el joystick en el Ghosts’n Goblins.