[IMAGEN: Eneko/20minutos.es]
Creo que para alguno el paso que ha dado el Gobierno en el Proyecto de Ley para una economía sostenible es algo que produce una reacción que oscila entre la incredulidad y la alarma. En este proyecto de ley la libertad de expresión y desarrollo de las comunicaciones da cientos de pasos hacia atrás con la única justificación de proteger una industria específica que ha creado su negocio en función de una necesidad que las tecnologías han ido mermando: la reproducción de una obra.
Algo que para el resto de sectores forma parte del día a día (obligación de innovar, necesidad de superar los cambios que el desarrollo social y tecnológico crean en torno a su mercado), parece que no será el contexto en el que esta industria privilegiada quiere seguir imponiendo su inmovilidad, aun a costa de mermar derechos fundamentales para el resto de los ciudadanos.
Los usuarios y amantes del mundo abierto que genera Internet no hacemos más que llevarnos las manos a la cabeza, y los argumentos que desde diversos blogs, plataformas y altavoces se están emitiendo en contra de este proyecto de ley me parecen de una obviedad aplastante.
Me hago eco de la postura de alguno de estos foros en los que se expone con gran rotundidad la alarma que compartimos todos:
- Merodeando: Antes sin música y cine, que sin libertad.
- Xataka: En defensa de los derechos de los ciudadanos en internet
- Microsiervos: Ley de Economía Sostenible e Internet, un desastre en ciernes
- Escolar.net: La música mató el juicio justo
- Weblogssl: En defensa de los derechos de los ciudadanos en internet
- Enrique Dans: Involucionismo digital, la vergüenza de la democracia o el gobierno de Los Otros
Es la parte de aliento que tiene esta bochornosa situación: el modo en que la red se ha activado para pedir a la ministra de Cultura que no siga adelante esta línea de sobreprotección de los intereses de unos pocos por encima del derecho de todos a la libertad de expresión y difusión de productos artísticos, culturales o intelectuales.
El primer ejemplo de esta reacción es el MANIFIESTO que se recoge en multitud de webs, blogs y medios online. En él se expone claramente el porqué de este rechazo al proyecto de ley.
Me parece tan obvio lo que está ocurriendo que no entiendo que el Gobierno tenga la mínima duda en admitir que lo que está llevando adelante es un despropósito.
Si pienso en las leyes del mercado, me viene a la mente el concepto simple de la oferta y la demanda que rige, de entrada, una actividad comercial. En ese contexto es en el que ubico las oportunidades de negocio que se aprovechan según las circunstancias para ofrecer a otros lo que en un momento determinado necesitan o requieren. Si las necesidades cambian, el proveedor deberá buscar otro nicho de mercado, crear otra necesidad en el consumidor o inventarse productos nuevos. Así entendí siempre esta económia que puede tener cosas buenas y cosas malas pero que para el caso que nos ocupa, los autores y la industria que protege la reproducción, ha sido fuente de beneficios obtenidos por la aceptación de estas reglas.
El problema viene cuando las circunstancias externas cambian (cambian para todos, claro está) y estos individuos que han obtenido ventajas de un sistema, ahora quieren modificarlo para perpetuar estas ventajas con un chaleco salvavidas que les aleje del mundanal ruido.
Alguien debería explicarme por qué este grupo de artistas no tienen reparo en obtener el máximo beneficio de la arbitrariedad de un mercado, cuando les toca ganar (pensemos en los beneficios millonarios que puede aportar la distribución de una obra que alcance fama mundial o de la que se vendan miles de copias), pero luego quieren frenar esta arbitrariedad cuando les toca no ganar tanto.
No entiendo por qué si la tecnología ha hecho que determinados servicios dejen de ser negocio (una herrería, una imprenta, un amanuense...) el hecho de que la tecnología les reduzca el margen de beneficio a quien ha hecho negocio de la reproducción de una obra deba tener un grado de protección máximo.
Yo no entiendo que cuando yo elaboro un informe para mi trabajo, o entrego un dossier elaborado por mí a mis jefes, éstos puedan hacer copias, remitirlo a otros responsables, fotocopiarlo, leerlo y usarlo, sin que por cada vez que este texto se multiplique o se utilice a mí me aporten una prima más en mi nómina. No entiendo que un cantante o autor trabajen un solo día y crean lógico cobrar el resto de su vida por algo que han hecho una sola vez. Incluso igualando en el ámbito artístico, pienso en un pintor que crea una obra y no recibe dinero cada vez que una persona la visualiza... ¿Tanto asusta que el talento de un artista esté basado en la ejecución de su pieza en directo? ¿Que el negocio de la música deje de ser la venta de CDs y pase a revitalizar el negocio de los conciertos o recitales?
El negocio de los derechos de autor es un negocio, como tantos otros, basado en la coyuntura puntual de un mercado. El mercado es tirano, pero tiene la dulce cara de poder enriquecer hasta lo impensable a quien sabe jugar bien sus cartas, tiene suerte, talento y la respuesta incontrolable de los consumidores. Pero si esta respuesta cambia, o aceptas que las cartas han modificado la partida, o tienes que jugar según las reglas, y adaptarte a esta situación. O si pides un cambio regulado para la misma, que sea un cambio para todos y que a partir de ahora protejamos todos los sectores industriales, obligando al usuario a no usar un exprimidor para que el vendedor de tetrabriks no pierda negocio; o tal vez no enseñando a leer en los colegios para que el juglar siga teniendo su mercado.
Señores, por favor, que la ceguera de unos pocos no nos condenen a todos a volver a las cavernas.
NOTICIAS DE INTERÉS:
- González-Sinde se reúne con especialistas en Internet para hablar de descargas y propiedad intelectual (PÚBLICO)
- Reportaje de sobre la legislación europea y su aplicación (EL PAÍS)