¡soy inocente!

¡SOY INOCENTE!.
Escrito por Jorge Morelli. (@jorgemorelli1).

La decisión de Ollanta Humala sobre el indulto de Alberto Fujimori es una señal de debilidad. Humala ha provocado miedo entre los más humildes por su falta de humanidad, de compasión, de generosidad. Humala ha dado la impresión al pueblo de ser un hombre malo y débil de carácter. No es eso lo que esperan de un Presidente. El pueblo ve en el mandatario a un padre, y lo que ha visto el viernes es un hombre incapaz de generosidad y misericordia.

Eso choca a millones. Sus frases erizadas, inacabadas, sus expresiones inarticuladas, mal trabajadas pretenden transmitir firmeza, pero solo expresan las vacilaciones de un gobernante contra las cuerdas que se aferra a la fantasía de una reelección con tanta mayor ansiedad cuanto menos decide. Un gobernante que, para ganar tiempo, se aferra a una mayoría parlamentaria frágil aun si para ello debe tragarse el sapo de blindar a su ex aliado ya indefendible.

El gobierno ve que han pasado dos años y no ha hecho nada digno de ser recordado, ve desacelerarse la economía y que los tres años que le quedan por delante serán peores que los que se fueron. Convoca a la oposición a la unidad en política exterior, y al día siguiente vuelve a atacarla sin propósito alguno. Claro, un gobierno incapaz de un acto de nobleza y de grandeza es incapaz también de reconciliar al páis. Ollanta Humala tendrá que vivir cada día de los próximos tres años con las consecuencias de esa omisión.

Ollanta Humala no ha asumido la responsabilidad de decidir sobre el indulto. Se ha escondido detrás de sus monosabios de la Comisión. Ha dicho: “hemos…, he decidido”, pero debió decir: “han decidido”. Que ruegue a Dios que el ex presidente no muera en prisión, porque ellos confiesan ahora con todo desparpajo que de todos modos le habrían tirado el hacha a menos que estuviera agonizando solo porque Alberto Fujimori, como el primer día, sigue exclamando: ¡soy inocente!