Creo que no soy una princesa. Rapunzel, Ariel o Cenicienta. Soy mi propia heroína. Mi propia droga y mi propia salvadora.
Creo que no soy los daños colaterales de su pensamiento. Su ‘trophy wife’, su amuleto más buscado. No soy una muñeca intocable, que mantiene la cama caliente, la casa recogida y las uñas pulcramente pintadas por si acaso hay visitas. No soy la esposa complaciente, la amante incandescente dentro del hogar y la religiosa inocente por las calles que tiene que encargarse de todos sus recados. Por mucho que lo diga, no lo soy. No soy la culpable de su mal día, ni de sus inconvenientes para conseguir lo que quiere. No soy la culpable de ser quien soy, de ponerme enferma, de las inoportunas llamadas, de los olvidos, de la comida “mal hecha”, del llanto de los niños, de la guerra de Vietnam y de la de Siria. No soy la culpable de que pierda el Real Madrid o de que empate el Barcelona y pierda la quiniela por culpa del Valencia. No soy la culpable de que me miren, de que me digan ‘bonita’, de que sienta el dolor de sus golpes y la fiereza de sus palabras. No soy culpable de tener sueños por cumplir. No soy culpable de no mantener el corrupto silencio durante toda mi vida. Me llamo Laura, pero podría llamarme Sara, Mónica, María José o Isabel. Y hoy me he dado cuenta de que no tengo por qué tener miedo, porque el mundo nos apoya. Porque hoy no es 25N, pero siempre es un buen día para gritar, rebelarse y volverse a maquillar.Hoy ya no soy su ruina, pero sí mi salvación.