La vida es como un profesor injusto que, pese a dedicarte a estudiar cómo vivir con respecto, normas y educación, a veces nos suspende en el peor momento lanzándonos a un vacío abrumador en donde, además del terror de caerte sin previo aviso, te cuestionas todas las cosas que te han llevado a esa situación llegando a la conclusión de que no depende absolutamente nada de ti, al menos directamente.
Injusto, desmedido, incluso despiadado, son los sentimientos que te resetean en una espiral de agobio, ansiedad y incredulidad.
Todo se desploma a mis pies y caigo en un vacío injusto, frío y doloroso que me hace plantearme toda mi vida de nuevo, mientras los demás no entienden esa angustia existencial que ha desparramado por el suelo todos mis principios y convicciones recopiladas y guardadas durante años.
Años y años de experiencias, jurando por Dios que jamás caería o repetiría los viejos errores que tanto daño me han hecho y que no volvería a pasar por ese dolor inmerecido, absurdo y ajeno a mi. En cambio me vuelvo envuelto en otra de esas caídas libres, a oscuras, rápidas e inesperadas que me llevan a empezar de cero.
Empezar de cero desde un cansancio emocional, zaherido, que me mortifica de forma que ni ganas tengo de cogerme a ese hoyo o vacío que ni siquiera tiene paredes en el cual me vi empujado por el capricho del destino.
Es entonces cuando se desestabiliza mi forma de vida, cuando mis principios caen y mi aprendizaje se ha esfumado, cuando los papeles de tu larga historia se los llevó una fuerte ráfaga de viento endemoniado.
Vuelvo a estar a cero, como una marioneta de alguien que intenta manejar mis hilos para su propio espectáculo, para convertir mi mundo en su forma de vida, para que te des cuenta que el amor es agridulce y, casi siempre, para el mismo personaje.
Convertido en un mar de dudas, en un pozo sin fondo, en un lago sin estrellas, en un muñeco roto que se puede utilizar para una hoguera, como un sabio al que el alzehimer le ha borrado su cordura y sabiduría....así me siento, así estoy y así me quedaré un tiempo hasta que ese vacío se llene de terciopelo y vaya frenando mi caída no exenta de heridas, rozaduras y roturas del alma.
Quise no haber despertado ese día. Que todo fuera mentira, un mal sueño que nunca hubiera sucedido. En cambio, cada vez que me levanto por la mañana, maldigo a Dios por el nuevo día y la nueva oportunidad.