... Kurt Kunkle (Joe Keery) es un joven aspirante a influencer en Los Ángeles. Como su influencia, reflejada en unos números pírricos, es prácticamente nula y no puede vivir de ella, Kurt, aka @Kurtsworld96, se ve obligado a trabajar como chófer en Spree, una suerte de Uber que ofrece coches compartidos. Harto de que ni él ni su canal, El Mundo de Kurt, tengan reconocimiento alguno, idea un plan maquiavélico y alocado, al que llama La Lección (#TheLesson): llena el coche de cámaras y va conversando con los clientes y retransmitiéndolo todo en tiempo real en su página, incluso les invita cordialmente a un botellín de agua envenenada y luego graba su muerte para que sus seguidores puedan disfrutar de un contenido realmente distinto. El asesinato se vuelve tendencia y Kurt Kunkle se transforma en un divertido asesino en serie que va recorriendo Los Ángeles, conduciendo su vehículo Spree (ojo al guiño: «killing spree», en inglés, es matanza de personas), sentado sobre una funda de bolas que cubre su asiento, recogiendo clientes (como aquel otro taxista pirado, Travis Bickle, en Taxi driver de Scorsese) y mostrándoles la música que él mismo ha compuesto. Un supremacista blanco, un chulo de bolera, un trío de fiesteros, una cómica de stand-up... los clientes de Kurt son seres no muy diferentes a él, personas con el móvil siempre presto a grabar alguna aventura WTF y que aspiran a ser otras personas a las que todo el mundo mire y admire, o como resume la cómica de stand-up poseedora de una red social llena de followers: «Todo los ojos a mí». Entre esos clientes hay que incluir al padre de Kurt, que también llega a montar en el vehículo y que es un patético pinchadiscos ya talludito y sediento de reconocimiento que trabaja como DJ residente en un vacío club de strip-tease. Spree es una sátira que refleja un mundo paralelo a lo que conocíamos como «mundo real»: el de las redes sociales, el de la gente que vive enganchada a un teléfono móvil y a una cámara, que se pasa el día en Internet, una Red que para ellos es más real que el mundo real.
A nivel técnico, la película está filmada con un sistema de multicámara: todo lo que el espectador ve, está siendo grabado en tiempo real a través de la cámara de un smartphone, de una vídeo-cámara o del circuito cerrado de televisión de algún edificio o local, lo que ofrece a menudo diferentes puntos de vista y obliga al espectador a estar en modo multitarea. Incluso los seguidores de El Mundo de Kurt participan, dando su opinión, trufada de emoticonos, en un chat que aparece de vez en cuando en un lateral de la pantalla. Lo importante, lo verdaderamente importante, es grabarlo todo, pues en un mundo basado en la experiencia audiovisual si algo no ha sido grabado es porque simplemente no ha ocurrido.
La cinta tiene un buen guión y diálogos espontáneos, salpimentado todo con un corrosivo sentido del humor; el ritmo es trepidante y con bastante acción, como si por momentos estuviéramos dentro de un videojuego donde no faltan persecuciones de coches, y con unos asesinatos tragicómicos pero al mismo tiempo bastante sangrientos e imaginativos en el modo en que son ejecutados. Kurt Kunkle será recordado en la historia del cine como un serial killer simpático y genial, tan tierno como violento. Y recuerda: si te gustó la película, no olvides darle un «like»...