En los últimos tiempos el rol de ama de casa se ha depreciado: el que una jovencita admita que su deseo es casarse y tener un hogar, se la mira con desdén, incluso con desprecio. Como si el ser esposa es un rol secundario o sin valor. Como si una esposa esta esposada y no tiene espacio para desarrollarse creativamente. O como que su relevancia es inferior, al nivel de una empleada doméstica, no necesita de muchos estudios o habilidades intelectuales el saber preparar un almuerzo mientras cuidas niños, sin embargo ¿es realmente importante el rol de la ama de casa?
El ataque a las amas de casa
Dicen que la generación de los millennial es la más educada de todas, la que hace post-grados y maestrías. Muchos estudios van postergando la maternidad, la cual se empieza a señalar como un estorbo. Los jóvenes aseguran que no quieren tener hijos nunca. Se empiezan a crear espacios hostiles para familias con niños, como restaurantes donde no se aceptan niños pequeños para no estorbar a los millennials. Se señala como “contaminante” el tener hijos, y se incentiva a la esterilización para “frenar el cambio climático”. Y se menosprecia a las mujeres que deciden criar a sus hijos por su cuenta por considerarlas traidoras a la causa feminista, oprimidas resignadas o simplonas amas de casa.
Muchos de estos ataques a la figura de la “stay home mommy” vienen desde el feminismo en sus diferentes manifestaciones. El feminismo siempre quejándose de opresión, renegando de la femineidad, el instinto maternal, la delicadeza propia de las damas. La figura de la princesa de cuentos de hadas está obsoleta. Lo de hoy es celebrar a la mujer que quiere dejar de parecer mujer, la que va a las guerras o estudia ingeniería espacial. A las mujeres que nos gusta el color rosado, preferimos quedarnos en casa horneando galletitas y que estudiamos diseño de interiores no se las menciona ya. Es un ser caduco, pasado de moda. Una simplona ama de casa.
¿Ustedes también queridos lectores consideran que ser ama de casa es una vida simplona? Hoy les quiero contar una historia, un día en la vida de una ama de casa. Al despertar, se asegura de que los suyos tengan lo que necesitan para comenzar su día. Organiza, administra los recursos del hogar y llena de belleza todo lo que toca. Llena cada rincón de su casa con un detalle, olores agradables, arreglos con flores frescas, experimenta en su cocina donde disfruta mucho al mezclar ingredientes, conseguir nuevos sabores, deleitar a los que ama, sorprendiéndoles en la mesa.
Cuando los hijos son pequeños, la entrega de la madre es total con los hijos, de modo que el resto del día es describir los actos cotidianos de amor para con los bebés que tanto molestan a los sofisticados “millenials no-moms” como los pañales sucios o las insoportables rabietas. Sin embargo esta etapa de cansancio y caos son solo los primeros años, con el tiempo los hijos van cambiando a seres más independientes que dejan más tiempo a la madre para que dedique parte de su tiempo a otras empresas. Mientras la vida pasa, los hijos encantan a la madre, que tiene el privilegio de ser testigo de primera mano de esos momentos tan importantes en la vida: los primeros noviecitos, las peleas con amiguitas, el colegio, los permisos… escenas maravillosas que merece la pena revivirlas a través de los hijos para con la experiencia guiarlos… para dejarlos ser lo que ellos quieran, cuando llegue el momento, no antes, ni mucho después. Una madre que está ahí para ellos.
Al delegar la labor de madre a los colegios o al desconectarse de los hijos con respecto a la información que reciben, estamos dejandoles a merced de las ideologías virulentas que atentan contra los preciosos valores ya nombrados, la maternidad y lo femenino, así como su contra parte: la paternidad y lo masculino. En algunos colegios se empiezan a filtrar peligrosas ideas como el que los varones son intrinsecamente violadores, creando malestar entre las aulas mixtas, enseñandoles a desconfiar e incluso a odiar al sexo opuesto, emasculando varones y virilizando a las niñas. Para una madre que trabaja fuera de su casa es muy difícil superar este reto. De todo corazón, espero que lo logren, tengo varias amigas que trabajan fuera y lo han logrado: tienen hijos maravillosos. Es porque nunca olvidaron las prioridades de la vida.
Lo más trascendente de ser madre que trabaja desde casa, es ser ese faro que ilumina la vida de los hijos y que está siempre ahí, donde las papas queman, en la casa, disponible ciento por ciento para los hijos. En especial es importante cuando la mujer ha sido lo suficientemente creativa y emprendedora como para crear valor desde el hogar y demostrar que es capaz de hacer valer su tiempo. Es un ejemplo, una influencia para ese ser que preparamos para la vida mientras es vulnerable y está en proceso de aprendizaje. Es un sacrificio, un oficio sagrado. Renunciar a tener hijos es renegar de esta hermosa misión del ser viviente: “nacer – crecer – REPRODUCIRSE y morir”. Pues si no te reproduces, y muchos como tú tampoco, poco a poco nuestros valores culturales, esos que le impartimos a los hijos, desaparecerán. Es cuestión de tiempo.
Sin embargo, ¿quien soy yo para juzgar a quien no quiera tener hijos? Cosa de cada quién. Si realmente eres tú quien habla cuando dice que no quiere hijos, correcto. Reflexiona si llegaste tú mismo a esas conclusiones o si tienes esos pensamientos nihilistas como resultados de manipulaciones y mentiras que dicen por ahí para hacernos creer que debemos dejar de reproducirnos, mientras que poblaciones muy poco educadas siguen trayendo hijos al mundo. Si quienes han tenido la suerte de haberse capacitado para generar riqueza, no la invierten volcando su cultura en una prole, pronto otras culturas que se reproducen mucho mas que la nuestra van a ser mayoría y absorberán todo a su paso. Nuestros valores. Por eso la urgencia. Por eso la misión.
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