Leo en el blog de mi asesor fiscal unas útiles indicaciones sobre los gastos de comida y transporte a la hora de deducirlos como gasto de empresa, ya que Hacienda suele ser muy restrictiva con este tipo de gastos al ser difícil acreditar que están relacionados directamente con nuestra actividad profesional y no son gastos de nuestra vida privada que estamos intentando colar por todo el morro. Y entre esas indicaciones leo textualmente:
En el apartado de “comidas” sólo podremos incluir las que se produzcan en días hábiles. Ahora bien, Hacienda sólo le admitirá las que se produzcan fuera de su localidad y pueda acreditar que tiene clientes o contactos. Si el restaurante está cerca de su despacho o de su casa, Hacienda interpretará que son comidas privadas y, por tanto, no deducibles. Otra cosa son las “invitaciones a clientes”. En este caso no importa la ubicación del restaurante. Lo que sí tiene que aparecer en la factura es que hay varios comensales y el gasto deberá ser razonable y esporádico. Si todas las semanas tiene comidas con clientes y por importes excesivos, es muy probable que Hacienda no admita esas facturas.Cuando leo lo de importes excesivos me pregunto si yo también podré llegar a los 6.672 euros que se gastó la infanta Elena en un japonés para celebrar su cumpleaños y que se cargaron como gastos de empresa. Pero no, no lo voy ni a intentar, una porque no los tengo y otra porque me da a mí que Hacienda no me lo iba a pasar por alto como está haciendo con la princesa. Aunque puestos a criticar no se que me da más vergüenza ajena si que Urdangarin intentase colar una factura de 707 por un curso de salsa o imaginármelo bailando merengue. Que igual era necesario para el mejor desarrollo de sus funciones en la empresa y estoy yo criticando por criticar. Pero entonces la factura de la cinta de correr que me compré hace un año igual la podía haber incluido en mi empresa como gasto necesario para prevenir mi inevitable anquilosamiento muscular tras pasar tantas horas sentada.
Esto viene al hilo de lo que Ana escribía el lunes sobre la igualdad entre el Rey (campechano o no) y su pueblo, y extendiendo esa supuesta paridad de trato al resto de la familia Real, sobre todo a su hija y yerno, observo que no. Que no solo es que le cierren una planta en una clínica privada para sus operaciones múltiples con la que está cayendo en la sanidad pública, o que la falta de transparencia impida saber si tiene fondos en paraísos fiscales, haciendo patria como tantos otros próceres del país, sino que Hacienda no somos todos, o mejor dicho, Hacienda no inspecciona igual a todos, y cada vez es más descarado el trato de favor que recibe la Infanta por ser hija de quien es.
Ana afirmaba que nosotros (los súbditos) somos en realidad sus jefes, los que les pagamos por su trabajo. Y tiene razón, solo que tenemos un problema, les hicimos un contrato tan blindado que ahora no podemos despedirlos, y mira que últimamente parece que lo estén pidiendo a gritos.
Aunque quizás con la nueva reforma laboral…
Al fondo, en el cuadro de la izquierda, Fernando VII pelea con su padre, Carlos IV, al modo en que lo hicieron entre 1807 y 1814 bajo la tutela napoleónica. En el de la derecha los contendientes son Don Carlos (V) y su hermano Fernando VII en lo que supuso el nacimiento de las guerras carlistas. En el centro, en torno a la recién destronada Isabel II, los pretendientes Duque de Monspensier, su cuñado, y Don Carlos (VII), su sobrino, combaten por el trono. Mientras, a la derecha, Alfonso (XII), el que finalmente lo consiguió, agrede a la niña Blanca, primogénita de Don Carlos. LA FLACA Nº 35. Barcelona (20-II-1870). Autor: D.P. Museo Zumalakarregi Museoa