No había manera de sentirse más inteligente que él. Uno podía sentirse más emocional, más sentimental, más impulsivo, más indulgente, más humilde, más amigo de sus amigos, pero no más inteligente. Por eso todos lo terminaban abandonando, antes o después. Porque no podían sentir piedad. A las mujeres que le hacían la vida imposible se les llenaba la boca agrediéndole, con la mano en el pecho:
- Pero me ha encantado conocerte y salir contigo, aunque no haya funcionado. Eres la persona más inteligente que conozco, y la inteligencia es un bien escaso. Siempre te tendré un gran cariño. De eso no te quepa duda.
La palabra inteligencia no formaba parte del vocabulario de sus pocos amigos, los únicos que nunca intentaron doblegarlo.
Imagen: Goldfish, de Malina-art en deviantART