Revista Diario

Sueño de una Noche de Verano

Publicado el 18 agosto 2010 por Papá Pingüino
Siempre he sido más de invierno. En realidad, de otoño, que es mi época predilecta. De todos modos cada estación me gusta en su momento. Salir del eterno frío invernal y recibir una bocanada de primavera es una de las mejores sensaciones del año. Y el verano mola porque es verano. Anochece tarde, lo que significa basicamente estar haciendo el gandalla hasta más tarde (o al menos hacerlo con más luz). Está muy bien también porque si el tiempo acompaña (y cuando menos, algo acompaña) te apetece hacer más cosas. E independientemente de la infinidad de formas de ocio que te puedes encontrar en Asturias (y que directa, o indirectamente, están relacionadas con el alcohol), la época estival anima el espíritu. Podría soltar una fanfarronada de cuánto se liga y esas cosas, pero en mi caso la estadística no varía demasiado. Es lo que hay.
Una de las cosas que más me gustan del verano es que con el horario laboral a favor, te puedes pasar la noche en vela disfrutando de no hacer nada. Es cierto que también lo puedes hacer el resto del año, pero el sueño acompaña menos con el calor. De pequeño, al estar de vacaciones, me pasaba las horas en vela padeciendo una especie de imsomnio infantil. Me tiraba en la cama y pensaba en las típicas cosas que se piensan de crío: la muerte y el no existir. Ahora, sin embargo, duermo como un ceporro. Supongo que será la madurez.
Pero nadie me negará que es un placer llegar a casa y ponerte a leer sin preocuparte por la hora. ¿Que me apetece viajar a la Tierra Media? Pues adelante, que se preparen los orcos. ¿Que lo que me pide el cuerpo es viajar a la Nueva Orleans de los años 60 y desentrañar conjuras de necios? Pues venga, que la noche es joven. También está muy bien ver una película o una serie, y dejar que el tiempo pase. Puedo afirmar con orgullo que algunas de las películas más extraordinarias que he visto en mi vida las descubrí zapeando una noche de verano. Ahí quedan El Baile de los Vampiros de Polanski, Saló o los 120 días de Sodoma de Pier Paolo Passolini o Suspiria de Darío Argento (por cierto, si conseguí dormirme después de ver estas dos películas, puedo lograr cualquier cosa en la vida). La otra opción que nunca falla es la radio. Muchos son los programas que me han acompañado en mis desvelos nocturnos. Mención aparte merecería el descojone que me pillaba, hace ya muchos años, con los rapapolvos de Pumares a sus oyentes en Polvo de Estrellas. ¿Has pasado calor en una sala de cine y no lo denunciaste al FBI? ¡A la hoguera malandrin!
No sé por qué estoy soltando aquí todo este rollo. Supongo que porque no puedo dormir, y ahora, además de la tele, los libros y la radio, tengo un blog. Espero que leerme suponga para algún@ desdichad@ un somnífero de primera. Esa es la idea.

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