"sueños de ácido" (5) - ken kesey & the merry pranksters
Publicado el 24 agosto 2011 por JavierserranoTexto extraído de la página 162 del libro "Sueños de ácido" de Martin A. Lee y Bruce Shlain, Editorial Castillarte. En él se habla de Ken Kesey, The Merry Pranksters y Neal Cassady, haciendo las veces de chófer del psiquedélico autobús en que viajaba el disparatado grupo.
De los acontecimientos que se vivieron en La Honda nacieron los famosos Merry Pranksters o Alegres Pillastres de Kesey. Los Pillastres no necesitaron patearse continentes, como habían hecho antes los beatniks, para hallar un doctor o un curandero que les recetara una planta con atributos. Con un montón de LSD en el bolsillo, les hubiera resultado más sencillo quedarse a disfrutar del cálido sol de California bajo los altavoces que atronaban canciones de Bob Dylan y los Beatles. Pero viajar aún formaba parte del bagaje espiritual de la bohemia como metáfora de descubrimiento. Compraron un viejo autobús escolar, un International Harvester de 1939, acondicionado con literas, estanterías, una nevera y un fregadero. Hicieron un agujero en el techo para que la gente pudiera sentarse arriba y tocar música en el exterior. También lo electrificaron por entero, de manera que se podía emitir desde el interior y grabar del exterior. Se apiñaron en masa alrededor del chasis maltratado por la intemperie y, armados con pinceles, los Alegres Pillastres crearon el primer medio de transporte psiquedélico, pues le pintaron alegres y brillantes remolinos de color. Colgaron un cartel en la parte posterior donde se podía leer: "Peligro: Carga Extraña". Y en la parte delantera, la palabra "FURTHUR" (con dos U; más allá o, mejor, más ayá), que resumía con eficacia el espíritu de los Pillastres. La tripulación del autobús constaba de una veintena de personas, las cuales se hallaban en pleno dispuestas para "el gran fenómeno que avanza".
Los Pillastres usaban elaboradas vestimentas, máscaras y capas, se pintaban el cuerpo con pintura fluorescente y a veces parte de su atuendo estaba hecho con pedazos de la bandera americana. Se ponían nombres apropiados a su nueva identidad psiquedélica. Entre las mujeres, estaba la Chica de la Montaña, Sensual X, la Hermosa Gretchen Reina del Fango y Doris Delay (Doris Atraso). Ken Babbs era el Intrépido Viajero y el atrayente Kesey, Matasiete. Mike Hagen, el encargado de mantener firme la cámara de vídeo mientras el autobús trotaba por la carretera, era Disfunción. Incansables, filmaban una saga épica que protagonizaba todo el mundo y cualquiera. El lema de Kesey, mételes en tu película antes de que ellos te metan en la suya, no era sólo convicción sino además, estrategia.
Los Pillastres, cuando descendían del autobús mientras los altavoces emitían rock and roll a todo volumen, eran plenamente conscientes de que los ciudadanos convencionales les contemplaban como si fueran habitantes de otro planeta, lo cual era exactamente lo que deseaban. Querían "tocar la flauta para la muchedumbre" y hacer lo imposible por agredir la mentalidad de la gente y trastornarla. Según Kesey "... la finalidad de los alucinógenos consiste en evidenciar las reacciones estereotipadas de la gente y usarlas luego para divertirles. Es la única formar de conseguir que se planteen cuestiones, pues hasta que no lo hagan seguirán siendo robots programados".
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El conductor del autobús psiquedélico era Neal Cassady, avejentada encarnación beat que acababa de salir de la cárcel de San Quintín, donde había permanecido preso durante dos años por la posesión de un mísero porro de marihuana. Aunque la temporada que había pasado entre barrotes no le había mermado la alegría, la experiencia le había endurecido. La esencia del carácter de Cassady seguía siendo la exaltación enardecida del momento, pero su afición al speed se había vuelto mucho más compulsiva y consumía anfetaminas constantemente. Con Cassady llevando las riendas, los Pillastres recorrieron la ruta mítica forjada años antes por los beats. Según Ginsberg: "Neal Cassady había llevado a Jack Kerouac a México en un automóvil profético y una década más tarde, el mismo Cassady condujo el autobús cósmico de Ken Kesey por un recorrido circense y kafkiano a través de las carreteras de una nación que despertaba".