Mirko yace en el cuarto de un hotel. Una sonrisa acompaña su cuerpo pálido y sus signos vitales extinguidos. Una rubia alta y potente llora en la cama rodeada de policías que tratan de consolarla, algunos excitados ante la presión que sostenían los breteles de su corpiño. El agua de la ducha rodea el cuerpo inerte del desdichado hombre. Los espejos no dejan lugar a la imaginación. Ataque cardíaco por exceso de fármacos dice la caratula de la muerte. No hay culpables más que Mirko, como siempre había sido en su vida. La rubia salió libre y se fue para otra habitación a fuerza de billetes rugosos. La mujer de la limpieza realizó su trabajo tranquila, no había sangre, no había olor, había visto otras habitaciones del hotel en peor estado que esa. Volví a ver a la rubia en el lacrimoso funeral, era la reciente esposa de Mirko, tan reciente como de dos días. La conoció en la calle y le dijo si se quería casar con él para ser parte del fin de su plan de vida.
Para quienes tuvimos la desgracia de conocerlo su muerte fue un alivio. Mirko era insoportable por elección. A los doce años dijo haber tenido una revelación divina cuando cayó de un arbol de moras. Desde ese día repetía que el secreto estaba en sufrir, que teníamos una sola vida y que era para sufrirla. Que luego vendría el descanso eterno y que todo sería dicha, felicidad, gloria y que no tendríamos posibilidad de sufrir. “A aprovechar el sufrimiento que se acaba el mundo” decía mientras andaba sin manos en su aurorita para estrolarse indefectiblemente contra lo que se pusiera adelante.
Algún poco creyente le decía que no sea tonto, que luego venía una eternidad de ausencia, de nada. Él retrucaba diciendo que si fuera así él seguiría teniendo razón ya que la nada era paz, que la paz era dichosa y que no había posibilidad de sufrir en paz ni ausencia. Las minas que querían que peque, le decían que en el infierno se sufría, que se podía sufrir de novela. Él les decía, en un tono un tanto histérico que lo suyo no era satánico, que el amaba a Dios y que de ninguna manera. Mirko sólo tuvo una relación carnal, fue con su voluptuosa y veloz mujer el día de su muerte. El resto de sus relaciones no fueron consumadas, las mismas consistían en histeriqueos novelescos, en amores imposibles, en maridos enojados, en golpizas de patotas, en inevitables infidelidades por falta de sexualidad.
Desde adolescente se esmeró en llevar adelante su estilo de vida. Estudió carreras imposibles inventando excusas para no terminarlas y decir pobre de mí. Armaba puestas en escena para hacerse echar injustamente de los trabajos. Iba a zonas peligrosas para hacerse robar todo su dinero y hasta llegó a delinquir para probar la cárcel. Casi todos sus trabajos fueron arriesgados,tragasables,doble de riesgo, vendedor de libros. Se inventó una profesión: “Tapa baches” en la que se dedicaba a introducirse en los agujeros de las calles para que los autos pasen sobre su cuerpo. Sus visitas al hospital eran casi diarias. Los psicólogos renunciaron a él. Ni siquiera querían tomarlo como caso de estudio en las universidades.
Una amistad con Mirko era casi impracticable. No se sabía con qué sufrimiento le iba a salir, ni que iba a contar para amargar a los presentes, ni como te iba a provocar para herirse. Jugaba muy bien a la pelota y eso mantuvo sus relaciones más o menos hasta sus 45 años donde comenzó a ser prescindible en el equipo del barrio. Muchas veces esperaba al minuto noventa para meter un gol que desempate el partido. Era maravilloso en el campo de juego,podía hacer lo que quisiera gracias a su cuerpo cada vez más invertebrado.,pero siempre elegía que el equipo sufra.
Sus últimos años los pasó sólo, fingiendo rehusar visitas que nadie quería hacerle, intentando suicidarse falsamente en medio de la calle. Iba a todos los velorios y daba discursos amargos. Ya casi nadie le llevaba el apunte. Por eso decidió anunciar con una carta a sus conocidos, el lugar y la hora de su muerte invitando a todo el que quisiera acercarse a ver su fin. Decía que esa madrugada finalmente se entregaría al goce con su esposa como introducción al placer que le esperaba en el más allá, en manos de Dios. Nadie trató de evitarlo, Mirko tenía a todos podridos. Yo me dí una vueltita de curioso, casi para tener la imagen de su muerte que me permita escribir con detalle que Mirko fracasó,porque el sufrimiento buscado no sirve porque carece de sorpresa, sabemos que la aguja nos duele pero estamos preparados y duele menos. Lo peor no es que te caguen a trompadas, sino que no lo sabes. El planeamiento atenta contra lo genuino, nos vuelve aburridos, está motorizado por el miedo, que es más enemigo que el diablo. Ojalá Mirko sufra de verdad, en el cielo o en el infierno, se lo merece por ser un pelotudo.