Hoy os traigo una película de esas que vas al cine y sales con buen sabor de boca. Una película que merece la pena ver y, sobre todo, por la que merece la pena llevar a cabo ese ritual, que tanto se está perdiendo, de comprar una entrada, coger un cubo de palomitas y sentarse en una butaca a verla en una pantalla de dos metros. Os estoy hablando de Super 8, estrenada en nuestro país el pasado agosto.
¿Alguien que se encuentra aquí leyendo no ha visto E.T.? La tierna historia del extraterrestre que repetía "mi casa, teléfono", se gestó, como aseguran biografías de Spielberg y reportajes por doquier, como una película pequeña y muy personal que, en 1982 revolucionó el mundo del cine, convirtiéndose en un fenómeno de masas. Uno de los millones de niños que quedaron fascinados con la historia de E.T. fue un J.J. Abrams, que por aquel entonces no tenía ni idea de que acabaría trabajando en una producción junto a Steven Spielberg y formando un Super Tándem.
El resultado ha sido una película que destila familiaridad. Primero porque no podemos evitar acordarnos de E.T. el extraterrestre, y segundo porque viéndola, nos viene una añoranza de un cine antiguo (quizá porque la película está ambientada en los 60-70) que buscaba dar golpes de efecto y conseguir en los espectadores caras de asombro y planos espectaculares que sólo podría lograr un productor como Spielberg. Un Spielberg personal y melancólico que, si bien no dirige este film, impregna en él su esencia.
La película nos presenta a un grupo de pre-adolescentes rodando una película de zombies. Entre ellos está Joe Lamb (Joe Courtney), un chico que acaba de perder a su madre en un accidente y que, no por ello, conserva la esperanza de que la vida puede traer buenas cosas. Un personaje trabajado, tierno y enamorado de Alice Dainard (Elle Fanning), embarcada en la película a última hora, y que tiene una relación muy especial con Joe, pese a que algo que sucedió en el pasado les impida ser amigos. Una noche, rodando una de las escenas de la película, da lugar un acontecimiento que cambiará el rodaje de estos chicos para siempre y también sus vidas y las de todos los habitantes de su pequeño pueblo.
Y si la historia y la forma de tratarla lleva el sello de Spielberg, J.J. Abrams da una lección majestuosa de cine en cuanto a medios: planos imposibles, imágenes rápidas, ingeniosas metáforas visuales... Sin embargo, toda la elaboración formal, toda la ternura que nos despiertan los personajes, todo el conflicto casi amoroso entre Joe y Alice, se pierden en una historia que a veces está llena de clichés y que, aunque durante 90 minutos corre con fluidez, se desinfla según nos acercamos al final.
Sus puntos flacos son compensados por la genialidad de su director y la coherencia de la narración, un ritmo no demasiado lento que nos da sorpresas entre explosiones, buenos guiones y escenas que nos hacen reír. Una cinta casi perfecta y un director maduro, que dará mucho que hablar en futuras producciones.
Nota final: 7'5 / 10