Revista Literatura
Supernova
Publicado el 21 marzo 2013 por HumbertodibEse lunes a la noche, al volver de la facultad, Julieta entró en el departamento y se encontró con una rosa roja metida en un vaso de vidrio colocado en el centro de la mesa e iluminado desde arriba por una lámpara. La flor tenía una hoja de afeitar hendida en el tallo y corría, desde la herida hasta el agua del vaso, un hilo rojo de tinta que parecía sangre. Tiempo después supe que, al ver aquello, Julieta había quedado paralizada y que se le había caído la mochila que llevaba en el hombro. La imagen le pareció sombría y hermosa, impactante, era lo que siempre esperaba de mí, sin embargo, también se dio cuenta de que había allí un mensaje funesto que no podía desentrañar. No en ese momento.El día anterior, habíamos almorzado juntos y pasado toda la tarde enredados entre las sábanas, una tarde lluviosa de domingo. Pacientemente, el sexo y la oscuridad habían pintado los objetos de la habitación con otros colores, con pinceladas más espesas. La obra era tan perfecta que llegó a turbar los sonidos del exterior, que se oían sofocados y remotos, como cubiertos por una capa de gris de payne.En cierto momento, Julieta se sentó en la cama y comenzó a enroscar su cabello en lo alto de la cabeza, entonces me sentí llamado a observar su silueta desnuda que se recortaba contra la única ventana del cuarto. Tuve la impresión de estar mirando uno de esos dibujos ambiguos que se usan para mostrar el contraste entre figura y fondo. Al principio, me concentré en el fondo y vi un pequeño balcón con una planta a cada lado, más atrás se levantaba una pared que terminaba en un tragaluz en el que dos palomas se guarecían de la tormenta. Cambié el foco y Julieta fue la figura, entonces me pareció que su imagen se hacía gigantesca, que su brillo aumentaba enormemente. Es así, descubrí con horrible emoción que tenía frente a mí la inequívoca efigie de una Estrella Supernova, justo en el momento de su máximo fulgor. No pude continuar mirándola, tuve que torcer el rostro.Al otro día, cuando ella estaba en la facultad, le dejé una rosa roja metida en un vaso de vidrio colocado en el centro de la mesa e iluminado desde arriba por una lámpara... Y luego me fui. Finalmente, Julieta consiguió entender el mensaje, ya cuando su amor se deshacía en inútiles sollozos.Es que nunca fui muy valiente para las despedidas.