— ¿No tienes la sensación de que hay decisiones fundamentales que no pueden esperar? Como si una decisión simple trajera siempre consecuencias complejas.
— Sí. La vida es eso, fundamentalmente.
— Quiero decir. Tú y yo, estamos aquí… pero no lo elegimos. Y sin embargo decidimos salir a faenar en estas fechas.
— Lo decidimos en su momento y decidido queda. Sabíamos a lo que nos ateníamos. Fuimos unos imprudentes. Sí. Nos apeteció hacerlo y lo hicimos, pero no lo pensamos con la cabeza.
— Quizás nos faltó tiempo y perspectiva.
— Siempre es cuestión de perspectiva. La gente cree que el futuro sucederá dentro de diez años, pero se trata del día siguiente.
— No deberíamos haber salido…
— No, no deberíamos haberlo hecho. Pero no podemos martirizarnos por ello. No podemos pensar en lo tranquilos que estaríamos en nuestras casas. Porque tampoco eso sería cierto. En su momento creímos que marcharnos era lo mejor, aunque no lo era.
— Ojalá se pudiera dar marcha atrás en la vida. Rebobinar.
— Y sin embargo no se puede.
— No, no se puede.
— Es difícil saber lo que uno quiere. En aquel momento nos apeteció echarnos a la mar. Y nos apeteció mal. Siempre hay que dejarse llevar por lo que uno siente y descubrir descubrir después si es aquello que se necesita.
— Necesitábamos huir por un tiempo. Eso lo recuerdo bien.
— Exacto. Y ahora lo que necesitamos son cosas distintas.
— He llegado al punto en que ni siquiera echo de menos a mi mujer ¿Significa eso que no estaba enamorado?
— No. Significa que en estos momentos no es en tú mujer en quien tienes que preocuparte, sino en ti.
— ¿Crees que si un día volvemos, seguiremos enamorados de nuestras mujeres y ellas de nosotros?
— No quiero pensar en ello. Estamos aquí, ahora nuestra vida es la supervivencia.
— Nunca olvidaré a mi mujer.
— Pues deberías hacerlo. Ya eres otra persona.
— Pero ella me quería tanto...
— Vale ya. No te quería. Precisamente por eso te viniste conmigo.
— No bromees.
— No lo hago.
— …
— Lo siento.