Revista Talentos

Supongo

Publicado el 18 diciembre 2014 por Pablo Ferreiro @pablinferreiro

Supongo

Supongo
Abrí los ojos, me rodeaba una gran cantidad de personas y dos policías. Los cerré inmediatamente, la luz del sol de febrero me cegaba. Mi mano izquierda estaba inmovilizada y no sentía nada debajo de mis caderas. El sabor inestable de la sangre estaba en mi boca. Sabía que era el sabor de la sangre desde mi niñez, los niños saben el verdadero gusto de todo.  Finalmente lo había hecho, me había tirado a las vías del tren.  Creí que eran sólo los impulsos de una depresión profunda, creí que no tendría coraje, por mi familia, en algún punto hasta por ella. Pensé en dejarla para que el dolor fuera menor, hasta pensé en dejarla para que mi dolor fuera menor.
¿Esto será así? ¿Lo estaré haciendo bien? No pasaba ningún recuerdo por mi mente, no veía ninguna luz, nada se había apagado, sentía dolor, profundo dolor.  Sentí que me movían, escuché sirenas, creo ya que no escuchaba muy bien.  Supuse que estarían tratando de salvarme, no le dí importancia y seguí con la espera de la muerte, la desaparición.
Confieso que deseaba que sucediera eso de ser un alma sin cuerpo, los cuerpos llevan demasiados cuidados, no son aptos para muchos trabajos y la verdad que lo que me gustaba a mí era pensar, así que con tener mi conciencia me bastaría y sobraría. Claro que la imposibilidad de materializar dichos pensamientos no me preocupaba ya que en la realidad no lo había hecho nunca, cosa que los especialistas remarcaban como dañino en mi comportamiento. ¿Cual es el fin de materializar pensamientos  o ideas o razonamientos?¿ El porvenir económico? Se puede lograr vendiendo pizzas también y nadie te entierra con tu dinero, ni con tus propiedades ¿Trascender, tener un busto, el nombre de una calle o mejor de un Estado o Provincia? Pasados cincuenta años las generaciones venideras no sabrían diferenciar entre el aporte de mi persona y la de nuestros patriotas. No los condeno, yo tampoco los diferencio a veces, tantas veces pasé por una calle y me pregunté que había hecho este tipo para ser reconocido de tal manera. No entendía la necesidad de trascender hasta diría que es inevitable el olvido, es inevitable la muerte como también era inevitable que alguien me llorara, hasta a los peores seres humanos de la historia alguien los ha llorado. Lo que también me reconfortaba cuando llegaba la hora de las ideas de quitarme la vida era saber que estaré en la parte consciente de mis seres queridos durante un poco tiempo, en el que logren empujarme al inconsciente donde me encontraría junto a tantos pensamientos desechados o reprimidos con los que me sentiría cómodo. El sexo no era un problema tampoco, no lo disfrutaba. No disfrutaba casi nada en realidad.
A veces me salteo cosas, mi nombre es Matías. Trabajo o mejor dicho trabajaba en un deposito acomodando cajas. Me faltaban 3 materias para recibirme de Licenciado en Filosofía. Estaba bastante cómodo en la fabrica de cajas y no pensaba dejarla.  Por lo demás estaba bastante satisfecho con mi vida y sentía que no iba a tener mayores placeres de los que en mis 30 años había tenido.  No tengo hijos y tengo la misma pareja desde que tengo 21 años, vivo con ella pero no pudimos concretar un proyecto juntos o por lo menos eso me repite cada vez que la veo preocupada o que nos peleamos. El tiempo lleva al desinterés y la desidia. Jugábamos al cansancio, eramos un mueble más. No culpo de mi depresión a ella, creo que empeñó todas sus energías en revertir mi actitud un tanto pasota y de intelectual de contra frente.  No era bueno para discutir ni valiente para enfrentar esos problemas, los dejaba ahí en la cómoda a que se secaran y rompieran.
No recuerdo gran parte de mis pensamientos luego del momento de las sirenas, todo se hace confuso en mi cabeza como cuando despertás de un sueño o cuando te dan una noticia inesperada. Abrí  los ojos otra vez, ya no sentía tanto dolor y podía escuchar bastante bien el sonido de los aparatos hospitalarios. No había gusto a sangre, sentía la mano izquierda pero todo era inútil de la cadera hacia abajo. La primer cara que ví fue la de ella. Me besó en la frente a lo que respondí con una morisqueta. Ensayé un “perdón” cerrando los ojos.  A lo que siguió el típico “¿Perdón porque?, lo importante es que estés bien” . El discursito supuse que iba a seguir con eso de que la recuperación va a ser larga pero vas a estar cada vez mejor pero esta vez Laura, así se llamaba, me sorprendió: “ El tipo del camión ya está detenido, es un milagro que hayas sobrevivido a tal animalada”. Entró el doctor y echó a Laura.
No me había suicidado, ahora sé que soy un cobarde que no se anima siquiera al mínimo esfuerzo de quitarse la vida. No entiendo como sucedió, el ultimo recuerdo claro es de cruzar las vías. Debe haber aparecido un camión de la nada y bueno, ahora estoy acá y así. Ya está, no puedo volver el tiempo atrás. Ojalá se pudiera, ojalá todo el mundo tuviera una sola oportunidad de volver el tiempo atrás para cambiar un momento de su vida, claro que debiera estar estrictamente legislado como tenían los nigromantes de  la isla de Glubbdubdrib que visitó Gulliver. Sería una linda historia para escribir, no lo haré, ya se hicieron cosas parecidas. Vuelvo a la cama del hospital, sólo después de un largo rato me animé a ver mis piernas mutiladas, imagen en la que no ahondaré demasiado dado al asco que genera.
Respiré profundo, evite pensar en todo lo que vendría pero no pude. No poder trabajar, pasar mis días en casa, tener que ir acompañado a todas partes, recibir miradas de pena, miradas de impresión, recibir una pensión estatal que me permita comer, la complacencia de los otros. Demasiado tiempo para pensar, mucho tiempo. Psicólogos, psiquiatras, rehabilitación.¿ Rehabilitación de qué? No tengo más piernas, no hay nada que rehabilitar. Estaba abrumado, me vino a la cabeza la frase de mi madre que repetía siempre que podía que la vida era hermosa. Demasiado tiempo para pensar. Tal vez me tendría que dedicar a escribir y sería recordado como ese ejemplo de vida que supero todas las adversidades y logró publicar un libro, lo que diga ahí adentro no importa. Tal vez ganaría dinero dando charlas de como superar las barreras que te pone la vida. Nada de eso me interesaba. Laura entró para ver como estaba:
-  ¿Mejor? ( Dijo sonriendo)-  No te quiero ver nunca más en mi vida-  Matías, no es momento, estás en shock.-  Te amo y quiero que te vayas ya mismo.-  Te entiendo.
Me entendió,siempre me entendía. Siento que la liberé, me liberé. Tenía la edad y la belleza para rehacer su vida sin tener que cargar con esto.  Eso me hizo sentir un poco mejor, había sido injusto con ella.  Todo lo que siguió en mi vida no importa tanto, no la pasé tan mal como supuse. Morí  15 años después de una sobredosis. Ahí sí ya había probado todo lo que me podía hacer disfrutar.  

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