Sus manos
final del alma que resucita en la caricia
manos que hablan de cielos
que iluminan los días debajo del puente
y se niegan a rezar arrugadas de vida, de frió y tiempo
temblando en las noches de un cuerpo ya cansado de llorar
manos limpias de manos, de piel
de domingos en familia
manos que saben que dos son una
y una es camino de pedregal,
manos abiertas al calor de la fragua
de viejas herrerías sordas de cinceles
donde la nada implica no pensar,
manos de sabiduría y olor a calle
que le roban música a los gorriones
y que solo miran pasar, la vida ajena
y las ganas de llorar.