Retumban ya los tambores de guerra en la gijonesa Playa de El Arbeyal. Aunque el famosísimo ‘tren negro’ aún no se ha echado a las vías en dirección a la antigua Gigia, por los poros de la ciudad ya se respira un aire ‘semanero’. Y me da igual su ubicación…
No en vano, quedan cinco días para que el comboy azabache, cargadito de escritores, escritorzuelos, dibujantes, periodistas de toda clase y condición, chupópteros venidos a venos, profesionales de los premios literarios, libreros negrocriminales, políticos de turno, y algún que otro genuino autor de género aterricen en Asturias, siguiendo la máxima de que ‘Asturias es España y el resto es tierra conquistada’.
Y van 23. Sí, van 23 ediciones del mayor festival de género policiaco que se celebra en Europa (actualmente, conocida como Unión Europea), cuyo centro neurálgico de operación tiene un único nombre a modo de siglas PIT II.
¡Es un jaleo! ‘La mezcla del churro y el libro’ no deja de ser un amor platónico que, a pesar de la disparidad ideológica, PIT II logró fusionarlo en un único ente.
Huelga decir las bendiciones que anualmente recibe este festival: bendiciones económicas y políticas; bendiciones literarias; bendiciones sociales. Pero no escapa tampoco a la misma clase de maldiciones. Siendo realistas, lo cierto es que un proyecto de esa magnitud hay que incentivarlo, más allá de que tenga sus retractores. Ese conglomerado le da aire a sus pulmones y lo reactiva cada año, polarizando una buena parte del verano asturiano.
Coto Matamoros, ínclito entre los inclítos y oportunista entre los oportunistas, afirma concienzudamente: “¡Qué hablen de mí, bien o mal, pero que hablen. Qué algo quedará!” Esta máxima podríamos aplicarla al tema que nos ocupa. Nadie está libre de ser amado y de ser odiado. Y entre el amor y el odio hay solamente un paso: el que se da al descender del tren negro y pisar el andén de Jovellanos.
Entre el sombrero de Yampi, la rancia camisa vaquera de Monteverde, las camisetas ajadas del mayor lector del festival y los rizos del profesor murciano perfectamente podríamos disfrazar al propio Víctor Ros de profesor de Secundaria en cualquier instituto de la región pimentonera. La imagen sería portada de El Comercio. El tema promete.
’10 días a toda máquina’, titula un blog en el portal blogspot. Y efectivamente, son días de actividad frenética. Mientras las jóvenes y las no tan jóvenes muestran sus delicias en la arena de El Arbeyal, a tan sólo unos metros los chiringos de venta de libros, camisetas, bisutería barata, y demás fauna atraerán a grandes y pequeños, que pasearán, siguiendo las recomendaciones de Camarasa, por una ciudad paseable y conversable. En medio de esa algarabía, cada tarde PIT II hará sucesivos toques de queda para llamar a capítulo a los miembros de clan, acomodarlos a su alrededor, y debatir sobre lo humano y lo divino. Se hablará de literatura, de zombís, de mitos, de editoriales, de género negro, de crímenes, y de no sé cuántas cosas más. Y al caer el sol, los chiringos y contubernios continuarán abiertos hasta el amanecer.
Único en su especie este evento que es capaz de aglutinar a casi dos centenares de autores de diferentes religiones, ideologías credos, y países, tiene capacidad también para llenar hojas y hojas de periódicos y revistas.
Lo singular tiene su enjundía, y nadie se la puede negar.
Y el día 18 de este mes (día de infausto recuerdo en este país), todo terminará. Mejor dicho, parará. Cada mochuelo volverá a su olivo. Habrá que esperar otro año para que los tambores de guerra vuelvan a retumbar.
Mientras tanto, el mayor de los mortales se jode (con perdón) y observa atónito cómo, en medio de una cruel y despiadada crisis económica, algunos siguen viviendo opíparamente del pienso del dinero público, mientras a otros se les deniega con excusas tan manoseadas como los cuerpos guerreros que vemos en algunas revistas… Y los tambores de guerra siguen ensordeciendo los oídos de Don Pelayo.