Revista Literatura

Tarantino y sus violencias

Publicado el 10 marzo 2016 por José Ángel Ordiz @jaordiz

Conste, desde ya, que también admiro a Quentin Tarantino por el calculado desorden que impera en muchos de sus filmes, similar al aparente desbarajuste reinante en muchas de mis novelas (en todo caso, fue él quien me plagió a mí, no a la inversa, y a nuestros pasados me remito: ya publicaba yo, directo hacia el anonimato, mis historias desbarajustadas cuando él comenzó su imparable carrera triunfal, década de los noventa, para más señas).

¿ Tarantinianas mis novelas? Pues sí, no lo niego. Pero ordizianas podrían ser sus películas ( ordizianos sus guiones, tan hirientes para la sensibilidad de ciertas personas) de haber cantado otro gallo, el mío, el que tanto calló y calla (peor otros gallos no obstante, los que callan siempre; quien no se consuela es porque no le da la gana, porque le gusta llorar o algo parecido). Además, Tarantino y sus violencias juegan con la ventaja de las músicas, de las canciones bien elegidas y repartidas entre las imágenes, a su servicio el mismísimo Morricone, recientemente oscarizado en (no acabo de entender por qué no ha sido nominado este filme por los miembros de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, ellos, que son los que saben, sabrán). Ahí están mis violencias, en cambio, sin que nada las mitigue.

No conozco a Quentin en persona, pero me cae bien a miles de kilómetros de distancia. Según él, suelen preguntarle todavía: "¿Fuiste a la escuela de cine?". Según él, responde: "No, fui al cine". Los genios, aunque puedan herir sensibilidades con sus creaciones, contestan así y te dejan sin palabras.

(No sé por qué recuerdo ahora, que sí tengo palabras y estoy en pleno uso de ellas, al fílmico Groucho Marx: "No se preocupe si no le gusta mi programa, tengo otro". Ah, sí, ya sé por qué me acuerdo de él)

Ya me caía bien antes de que los odiosos cincuenta y pocos que ha cumplido moldearan su rostro y alguno de sus rasgos (como ya está escrito en este blog, pero cualquiera encuentra lo que escribí hace meses, no seré yo quien lo busque) me recuerden más que nunca al Popeye de las espinacas y los dibujos animados. Me lo recuerdan aunque el director, guionista, productor y actor estadounidense no tenga en la boca la pipa que yo sí tengo en ella y que en ella también tiene Popeye el marino.

TARANTINO Y SUS VIOLENCIAS

Cuánto entusiasmo en Tarantino cuando obtuvo su segundo Óscar al mejor guion original (sin música, ya no me sirve el consuelo de antes, luego buscaré otro, tengo varios) de Django Unchained (nos quejamos de los espectáculos que se suceden en este país, mayormente políticos, por eso me acordé antes de Groucho, pero menudo jaleo en USA, también, todavía, con la piel y sus colores). Un niño feliz, con casi cincuenta años, con zapatos nuevos, vi en él.

Confesaré, porque puedo, que verdaderamente empecé a admirar a Tarantino tras asistir a la proyección de la violenta (1994).

En ella un renacido John Travolta y una fuente de inspiración para cineastas posteriores, ¡casi nada!

¿Su primer éxito? En 1992, con Reservoir Dogs (por aquí y por allá anduvo su guion hasta que, de mano en mano, unas manos sabias supieron leer).


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