El que cree que sabe mucho, no abre la puerta a otros.
Pero qué ocurre si no quieres extender los brazos, ni abrir la puerta, ni cruzar el umbral. La piedra de siglos puede desmenuzarse, estaré girando sobre los bordes porque no hay esquinas en este sitio. Viene un olor a jazmín y madera, igual que ese perfume del que no nos acordamos ahora, la marca con el jazmín y la madera o quizá el incienso en gotas, pero llega el olor de verdad, no esa mierda sintética de laboratorio, qué bien huele la madera de cedro de la Fenicia antigua y la sangre, y las estrellas octavas en las monedas y las monedas en mi bolsillo.
Un planeta entero con distancias de miles donde todo es piedra, la misma piedra hueca donde me arrodillo cada noche para darte la espalda. De aquí no me sacarás, porque no quiero.
En este mapa migratorio ni siquiera hay puertas.