Iba a contarte una historia diferente sobre el amor. Pero, ¿realmente sería diferente?
Si estás enamorad@ te levantas con la sonrisa puesta, sales a la calle y brilla el sol, si no brilla da igual porque ¡estoy enamorad@! ¡Y nada puede salir mal!
Si no lo estás, si acabas de sufrir una ruptura, te levantas de la cama porque suena el despertador y no te queda más remedio que ir a trabajar, que sólo faltaba que llegaras tarde. Sales a la calle y aunque brille el sol, para tí es como si estuviera lloviendo a cántaros, que es el clima que hay en tu corazón. Además se te escapa el metro justo cuando estabas a puntito de entrar al vagón, te ha cerrado la puerta en las narices… ¡qué más puede salir mal!
Y si no te encuentras en ninguna de las dos situaciones anteriores, si no tienes mariposas en el estómago ni el corazón en pedazos, probablemente te invada la monotonía en cuestión de tiempo, independientemente de tu situación sentimental.
¡No te dejes!
Ahí es donde esta historia de amor es diferente. En el día a día. El enamoramiento y desenamoramiento son pasajeros, y cuando pasan no hay que dejarse vencer por la rutina. Las pequeñas cosas son las que por un momento nos hacen sentir como un enamorado, con su sol brillante, sus mariposas revoloteando… Muchas veces no prestamos suficiente atención y nos perdemos esos pequeños gestos de amor que nos alegran el día. Una simple sonrisa puede cambiar tu estado de ánimo, un gracias, o una llamada de teléfono… hay tantas cosas!
Mi meta es intentar que todos los días, aunque amanezca nublado como hoy, haga sol en mi corazón. Si, aunque suene cursi, es mi meta.
¿Cuál es la tuya?
contadora de historias
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