Hoy, un día más, he tenido que volver a apuntarme en las listas del paro. Terminé una suplencia y tengo que volver a tramitar los papeles para seguir sobreviviendo, y para ello antes tengo que apuntarme y ser uno de esos números que cada final de mes aparecen en las estadísticas del paro que dan en las noticias.
Pero la historia de hoy no trata de estadísticas, sino de personas. Más concretamente de una chica embarazada que hacía cola detrás mía. Debía de estar de 7 meses por el tamaño de su barriga, y tenía por delante más de media hora de espera de pie. Porque como en todas las oficinas de empleo, a primera hora, para sellar, hay unas colas… Y eso que hoy había menos gente que otras veces que he tenido que ir…
Recuerdo, cuando yo estaba embarazada, que la amabilidad de la gente es algo que, en general, es como la muerta de la curva: una leyenda urbana. Y digo en general porque sí que encuentras gente amable que es capaz de darse cuenta de que llevas una mochila extra de mínimo 10 kilos, un dolor de espalda que no te deja dormir y los pies parecen botas de cómo se hinchan con el calor. Y ahora está empezando a hacer calor… Pero de todos los viajes que tuve que hacer en metro nadie fue capaz de cederme el asiento, ni estando de 8 meses. Y sí, dirás que no tienen obligación, y es cierto. No hay obligación de cederle el asiento ni a una embarazada, ni a un anciano, ni a alguien con muletas… salvo en los asientos identificados como “reservados” y que nadie se fija al sentarse. Y no hay obligación de ceder el paso a una embarazada… salvo en las cajas de los supermercados en las que pone “preferencia embarazadas”, como en Carrefour o E-leclerc. Pero eso, claro está, depende de cada uno…
El caso es que la pobre estaba hecha polvo. Así que le he sugerido que entrara dentro de la oficina y se sentara en las sillas que están justo donde acaba la cola para sellar, que ya le avisaba yo cuando me fuera a tocar a mi. Lo primero que ha hecho es ponerme una cara… cómo te diría… de desconfianza, dejemoslo ahí. No, no, si estoy bien, si me apoyo aquí, en la fachada… Pero en cuanto le he contado mis experiencias de embarazada, se ha hecho un poco la remolona, pero enseguida ha entrado, y a los 40 minutos, cuando me iba a tocar a mi, se ha levantado y con una sonrisa me ha dado las gracias. No hay porqué darlas! Que tengas un buen día!
Y tú, si tú, tú que estás al otro lado de la pantalla, que tengas un buen día también!
contadora de historias
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