El ruidito de comer esa piña te delató. Sí, el suelo estaba lleno de piñas, piñas reducidas a la mínima expresión, alguien se las come pensé. En el silencio te escuché y aunque al principio creí que había un nido en aquel pino junto al acantilado, pronto te vi comer tan goloso manjar. Tu glotonería pudo con tu instinto huidizo y hasta no acabar la piña, no te fuiste de mi lado.
Tomada en La Galea. Getxo.