Tecnoplejia maternal

Ya he hablado , en ocasiones, de la tecnoplejia de mi progenitora. Que sí, que tiene un blog, un facebook y un twitter. Últimamente, tiene hasta whatsapp, desde donde te envía mensajes del tipo: "nmno se qie passa con el mopvil". Pero también es verdad que me llama todos los días para solucionar las dudas que tanta tecnología ocasiona. Ejemplo manifiesto es mi buzón de mensajes telefónicos de este fin de semana. Lo he pasado en Sevilla en un curso. (Y casi me quedo allí, gracias al colapso que produjo la maratón. Pero, como dice Michael Ende, eso es otra historia y será contada en otra ocasión). Por supuesto, tres días son muchos para sobrevivir sin asistente tecnológico.  Nada más descender del avión, me avisa el buzón de que tengo tres mensajes. Los tres son de mi madre. Los niños están con ellos porque mi santo está de guardia. Cualquier otra se habría puesto histérica. ¿Qué le habrá pasado a los niños? ¿Habrán tenido un accidente? Pero yo no. ¿Por qué? Porque conozco la tecnoplejia de la madre que me parió. Así que, con toda la calma del mundo, oigo el primer mensaje:  - Sí, sí, qué bien - le responde mi madre a alguien que le está diciendo que lee todos sus posts sin coscarse de que hace unos minutos que el buzón de voz ha saltado - Ay, ¿lo ves? Es que no se oye nada. Mudo total.A ver ¿Cómo se apaga este trasto? Aquí. Finalizar. PIPIPIPIPIPIPIPI Segundo mensaje: ¿Lo ves? Que no me deja apagarlo. Que te digo que es que se me queda negro y no me deja. Yo estas cosas no las entiendo. No, no es un iphone, es otro que no es un iphone sino otra cosa. Bueno, corto. Finalizar. PIPIPIPIPIPIPIPI Tercer mensaje: Jomeini, JOMEINIIIIIII, JOMEIIIINIIII ¿Me oyes, hija? Que si ya llegaste. ¿LLEGASTE? ¿ME OYES? Nada, ni mu. Esta porquería funciona fatal. Y no me deja apagarlo. Ah, sí, aquí. Finalizar. Con una sonrisa inevitable, cojo el teléfono, marco el número de mi madre y digo:  - Hola, mamá, ya llegué. Una cosita: ¿no deberías subir el volumen del teléfono?