Temps era temps

Perdidos. Como Anastasio ante los desplantes de Celia y su rizo rebelde que se escapaba de la coleta en Edad Prohibida. Todo es mentira. Incluso esas cadenas de mensajes que nos retratan como la última generación cuerda. Que no nos identificamos con los demás; somos de los que hemos viajado siempre con cinturones de seguridad en la parte trasera del coche y la muerte de Chanquete no nos hizo llorar, porque ya sabíamos cómo acababa Verano Azul. Somos los de las oportunidades, los que tenemos todo. Aunque luego no haya trabajo, o no sepamos trabajar. Somos los de la tierra de nadie, los de quizá, mañana y sin más. Sobradamente preparados que no sabemos nada. Hemos llegado tarde a todo. Al recreo, a la Play Station, a la Universidad, al sexo, a Internet, al efecto 2000, a la política. Que nuestras opiniones no son válidas porque no las ganamos corriendo delante de los grises. Y menos mal, porque odiamos el 36. Apelamos a nuestra desgana natural; dejadnos en paz. Que nos hubiera gustado haber montado una revolución, pero no nos engañamos; el sofá de casa es un lugar mucho mejor. ¡Míralos, siempre refunfuñando, perdiendo el tiempo, cruzados de brazos! Es que poco más se puede hacer, cuando por mucho que expliques un soneto de Pedro Salinas nadie lo va a entender.