En las conciencias nocturnas de aquel patio vecinal aún parece oírse el forcejeo de la soledad, abatida con una testosterona de treinta centímetros.
Revista Talentos
Ambos salieron de casa. Él, esposado, cubierta ella con una sábana y piel entre sus uñas; rotas de haber intentado zafarse de quien la quería, con locura.
En las conciencias nocturnas de aquel patio vecinal aún parece oírse el forcejeo de la soledad, abatida con una testosterona de treinta centímetros.
En las conciencias nocturnas de aquel patio vecinal aún parece oírse el forcejeo de la soledad, abatida con una testosterona de treinta centímetros.