Principio 2 (éste ya en serio): Cámara Gesell es una novela caleidoscópica que retrata un momento y un lugar mediante no una historia sino muchas, independientes pero interconectadas, que se van acumulando como la nieve dispera sobre una bola lanzada pendiente abajo, convirtiéndose en algo unido y único, titánico y contundente; algo parecido a lo que hicieron John Dos Passos con Manhattan Transfer, Joseph Roth con Hotel Savoy, Carlos Fuentes con La región más transparente o, recientemente, John Lanchester con Capital, novelas con las que ésta guarda cierto parentesco. Los protagonistas de Cámara Gesell son vecinos de la villa del mismo nombre, una ciudad costera, turística y pequeña que en manos de Saccomanno se convierte en metáfora (o sinécdoque) de Argentina toda. Las historias se vertebran en una unidad tanto por compartir el espacio donde suceden como el periodo de tiempo en que lo hacen: los meses previos a la temporada turística, la principal fuente de ingresos y principal razón de ser de la villa.Además de la unidad espaciotemporal, otro elemento vertebrador de la profusión de historias es el rastro que éstas dejan en las páginas del periódico local, El Vocero, una presencia constante a lo largo de la novela: lo mismo que su director, el viejo y desengañado periodista Dante (un izquierdista que se siente moralmente derrotado y cuya más preciada posesión es un antiguo ejemplar de La Divina Comedia). Si esta novela tan coral tiene algo remotamente parecido a un protagonista, ése es Dante. Aunque en realidad, la protagonista absoluta es la Villa de Gesell, de la que se ofrece, por acumulación, un retrato más bien sórdido: el de una comunidad podrida de envidias, intereses creados, resabios caciquiles, corrupción, rumores, puertas cerradas tras las que se ocultan matrimonios fracasados, infidelidades, maltratos y no pocos casos de abuso infantil. Bastantes, de hecho.Las historias, algunas más tremendas que otras, están plasmadas siempre con mucha garra y sentido narrativo. Saccomanno es un excelente narrador de historias, que sabe utilizar con gran maestría los recursos del oficio, que probablemente pulió durante su larga carrera como guionista de comics. También tiene muy buen oído para el habla popular, el lenguaje coloquial, que define su estilo: la novela está narrada como una larga sucesión de monólogos, confesiones y relatos susurrados en la barra de un bar. El lenguaje sobreabunda en coloquialismos argentinos, que el autor maneja con brillantez; aunque esto puede dificultar la lectura a los lectores no argentinos. A mí me la ha dificultado un poco; pero arrostrar esa dificultad ha valido la pena.La publicidad editorial compara a Cámara Gesell, de forma un poco torpe, con la obra de Raymond Carver (quizá pensando más en la película Short Cuts de Robert Altman que en los relatos de Carver en que se basa su guión). Alguna similitud hay, y alguna influencia se reconoce, pero la escritura de Carver, mucho más lacónica y serena, queda algo lejos de la fuerza expresiva, pasional y hasta tremendista de la de Saccomano. Carver, además, se centraba en el relato breve, de estructura sencilla, mientras que Cámara Gesell, aunque parte de ahí, los trasciende integrándolos en una estructura más amplia y con más posibilidades expresivas. También peca de torpe la comparación con la teleserie Twin Peaks. Efectivamente, en la novela como en la teleserie se hace un retrato sumamente atmosférico de una sociedad pequeña, endogámica, asfixiante y cerrada sobre sí misma. Pero en Twin Peaks el relato se estructura alrededor de una muy definida trama de investigación policial que en La cámara Gesell ni existe (nunca aparecen los culpables de ninguno de los abundantes crímenes que se relatan) ni es necesaria. En este sentido, el atmosférico y asfixiante, Cámara Gesell guarda mayor parentesco con el William Faulkner de El Villorrio o Intruso en el polvo.La publicidad compara a Saccomanno, de forma mucho más traída por los pelos, con Jonathan Franzen. Una comparación que apenas tiene más fundamento que el hecho que Franzen sea un escritor más o menos de moda y con cierta vocación de retratista de su época.La novela ofrece, asimismo, una lectura en clave, pues es la descripción de un infierno, y el periodista llamado Dante, como el autor de La divina comedia, es el Virgilio que nos guía en esta especie de viaje al infierno. El pueblo, debido a un problema de atasco en sus colectores, llega a quedar inundado en sus propios excrementos, como el quinto círculo del infierno, donde en un lago de mierda se hunden los iracundos y los envidiosos.Todo esto hace de Cámara Gesell una novela muy ambiciosa, una novela con vocación de clásico, que pretende ser la expresión literaria de su lugar y su época; como las mencionadas La Región más transparente o Manhattan Transfer. Que lo consiga o no sólo el tiempo puede decirlo, pero en todo caso, méritos tiene. Las cumpla o no, sus resultados están a la altura de sus ambiciones.
Tenebroso caleidoscopio argentino
Publicado el 13 julio 2013 por Xavier Xavier B. FernándezPrincipio 2 (éste ya en serio): Cámara Gesell es una novela caleidoscópica que retrata un momento y un lugar mediante no una historia sino muchas, independientes pero interconectadas, que se van acumulando como la nieve dispera sobre una bola lanzada pendiente abajo, convirtiéndose en algo unido y único, titánico y contundente; algo parecido a lo que hicieron John Dos Passos con Manhattan Transfer, Joseph Roth con Hotel Savoy, Carlos Fuentes con La región más transparente o, recientemente, John Lanchester con Capital, novelas con las que ésta guarda cierto parentesco. Los protagonistas de Cámara Gesell son vecinos de la villa del mismo nombre, una ciudad costera, turística y pequeña que en manos de Saccomanno se convierte en metáfora (o sinécdoque) de Argentina toda. Las historias se vertebran en una unidad tanto por compartir el espacio donde suceden como el periodo de tiempo en que lo hacen: los meses previos a la temporada turística, la principal fuente de ingresos y principal razón de ser de la villa.Además de la unidad espaciotemporal, otro elemento vertebrador de la profusión de historias es el rastro que éstas dejan en las páginas del periódico local, El Vocero, una presencia constante a lo largo de la novela: lo mismo que su director, el viejo y desengañado periodista Dante (un izquierdista que se siente moralmente derrotado y cuya más preciada posesión es un antiguo ejemplar de La Divina Comedia). Si esta novela tan coral tiene algo remotamente parecido a un protagonista, ése es Dante. Aunque en realidad, la protagonista absoluta es la Villa de Gesell, de la que se ofrece, por acumulación, un retrato más bien sórdido: el de una comunidad podrida de envidias, intereses creados, resabios caciquiles, corrupción, rumores, puertas cerradas tras las que se ocultan matrimonios fracasados, infidelidades, maltratos y no pocos casos de abuso infantil. Bastantes, de hecho.Las historias, algunas más tremendas que otras, están plasmadas siempre con mucha garra y sentido narrativo. Saccomanno es un excelente narrador de historias, que sabe utilizar con gran maestría los recursos del oficio, que probablemente pulió durante su larga carrera como guionista de comics. También tiene muy buen oído para el habla popular, el lenguaje coloquial, que define su estilo: la novela está narrada como una larga sucesión de monólogos, confesiones y relatos susurrados en la barra de un bar. El lenguaje sobreabunda en coloquialismos argentinos, que el autor maneja con brillantez; aunque esto puede dificultar la lectura a los lectores no argentinos. A mí me la ha dificultado un poco; pero arrostrar esa dificultad ha valido la pena.La publicidad editorial compara a Cámara Gesell, de forma un poco torpe, con la obra de Raymond Carver (quizá pensando más en la película Short Cuts de Robert Altman que en los relatos de Carver en que se basa su guión). Alguna similitud hay, y alguna influencia se reconoce, pero la escritura de Carver, mucho más lacónica y serena, queda algo lejos de la fuerza expresiva, pasional y hasta tremendista de la de Saccomano. Carver, además, se centraba en el relato breve, de estructura sencilla, mientras que Cámara Gesell, aunque parte de ahí, los trasciende integrándolos en una estructura más amplia y con más posibilidades expresivas. También peca de torpe la comparación con la teleserie Twin Peaks. Efectivamente, en la novela como en la teleserie se hace un retrato sumamente atmosférico de una sociedad pequeña, endogámica, asfixiante y cerrada sobre sí misma. Pero en Twin Peaks el relato se estructura alrededor de una muy definida trama de investigación policial que en La cámara Gesell ni existe (nunca aparecen los culpables de ninguno de los abundantes crímenes que se relatan) ni es necesaria. En este sentido, el atmosférico y asfixiante, Cámara Gesell guarda mayor parentesco con el William Faulkner de El Villorrio o Intruso en el polvo.La publicidad compara a Saccomanno, de forma mucho más traída por los pelos, con Jonathan Franzen. Una comparación que apenas tiene más fundamento que el hecho que Franzen sea un escritor más o menos de moda y con cierta vocación de retratista de su época.La novela ofrece, asimismo, una lectura en clave, pues es la descripción de un infierno, y el periodista llamado Dante, como el autor de La divina comedia, es el Virgilio que nos guía en esta especie de viaje al infierno. El pueblo, debido a un problema de atasco en sus colectores, llega a quedar inundado en sus propios excrementos, como el quinto círculo del infierno, donde en un lago de mierda se hunden los iracundos y los envidiosos.Todo esto hace de Cámara Gesell una novela muy ambiciosa, una novela con vocación de clásico, que pretende ser la expresión literaria de su lugar y su época; como las mencionadas La Región más transparente o Manhattan Transfer. Que lo consiga o no sólo el tiempo puede decirlo, pero en todo caso, méritos tiene. Las cumpla o no, sus resultados están a la altura de sus ambiciones.
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