Ya es tarde, terminando un día laboral más, donde se empiezan a programar para el día siguiente, los pendientes que no se pudieron realizar.
Es la hora en que ya no hay prisas, por lo menos no tantas. Cuando hay el tiempo de ver los correos que no son importantes, con tiempo de ponerse al día en las redes sociales.
Justo en este momento me dieron ganas de ti, imaginándote desnuda en la cama, adormecida por la sesión terminada. Acostada boca abajo, con tus pies descansando fuera del colchón, guiando tus aperladas piernas que continúan hasta unirse en ese redondo trasero tuyo, medio tapado con la sabanas, pero no lo suficiente para cubrir la oscura y muy húmeda cavidad tuya, donde aun escurre mi presencia. Con tu espalda relajada, tu pelo aun revuelto, ocultando parcialmente tu cara. Con tus ojos cerrados y tu boca media abierta, como aun reclamando los ardientes besos que parecían interminables.
Recuerdos tan vivos, como si aun estuviera ahí. Con pensamientos que provocan respuesta inmediata en mi cuerpo, dando vida a quien provocó en su momento tu fatiga, luchando por hacerse lugar en un pantalón que no debería estar, en una oficina donde no quiero estar, a una distancia que me obliga a controlar estos impulsos que no saben razonar.
Hoy que estas tan lejos de mi, te siento tan cerca; que cerrando los ojos, pensando en tus gemidos, con la lucha que tengo de salir de esta ropa, sobando estas prendas imaginando tu cuerpo, probablemente consiga relajarme... Aunque después tenga que esperar a que todos se vayan, para poder levantarme. Sonriendo de ver este pantalón manchado, preámbulo de lo que te espera, cuando de nuevo este a tu lado.