La vida es lo que sucede mientras hablamos por el móvil, parafraseando a John Lennon y tomando prestado de aquí. Para el 70 por ciento de los niños españoles, la inocencia –o la vida, vete tú a saber– se acaba pronto: entre los 10 y 13 años, de acuerdo con el estudio "Menores y Redes Sociales".
A esa edad, indica este trabajo, el móvil comienza a usarse como "correa digital" para que los padres tengan más control sobre sus hijos. Pero pronto pasa a funcionar como plataforma multimedia desde donde pueden mandar mensajes, jugar o chatear. De ahí a que se convierta en un rasgo importante de su personalidad hay un paso, y en herramienta clave para formar parte de la comunidad always on (siempre conectado), un suspiro: tres de cada cuatro menores de 18 nunca lo apaga.
Así las cosas, no cabe esperar que cuando estos niños lleguen a los 20 años sean capaces de mantener la atención durante más de uno o dos segundos, el tiempo que, según mis estimaciones, un humano de esa edad es capaz de escuchar a otro sin echar un vistazo furtivo a la pantalla más cercana.
Vivimos sin tiempo para pensar, y lo que nos queda. Para atenuar la dureza de esta aseveración sucumbo al humor endiablado de la Niña Repelente. Que nadie se ofenda.