Tengo una pregunta…
Es trascendental.
Puede ser que la respuesta, influya en mi suerte del año que viene. Ese 2017 que está, en una esquina, agazapado y atemorizado, a unos días de empezar a trabajar…
¿Puedo comerme 12 olivas, la noche de Fin de Año? El tamaño es bastante similar a las uvas y tienen muchas propiedades nutritivas como los minerales o antioxidantes.
Por supuesto, sin hueso y de las buenas peo… ¿Puedo pasar de las 12 uvas? No me gustan y, además, me provocan ese efecto de atoramiento, con toda esa pasta de uva en la boca, mientras intento seguir con el rito… El momento brindis y besos, es horroroso. Sigo deglutiendo…
Total, no hace tanto que nos las comemos… ¿ Qué pasa? ¿Qué antes del Siglo XIX , no había forma de invocar a la suerte?
¿Por qué no representar mis futuros meses del 2017 con olivas? Los deseos, me los pido igualmente. Por pedir que no quede…
¿Me lanzo a las 12 olivas?
“Las doce uvas “de la suerte” comenzaron a tomarse de manera masiva en España en la Nochevieja de 1909, debido a un excedente de la cosecha en Alicante. Sin embargo, ya en el siglo XIX existía la costumbre entre los burgueses españoles de comer uvas y brindar con champán para despedir el año. Según la tradición, en la mesa se colocan 12 uvas delante de cada comensal que simbolizan los 12 meses del año y que deben comerse con cada una de las campanadas del reloj, pidiendo un deseo con cada uva.”