En mi última mañana en Roma decidí visitar el cementerio Campo Cestio. Pensé que no me iba a dar tiempo a ver nada más ese día por el cansancio acumulado gracias a las diez horas diarias que caminé las jornadas anteriores por esta ciudad sin fin, así que cuando salí del hostel, iba con la idea de dejarme las Termas de Caracalla para una futura visita. Lo que no había calculado bien era que éstas iban a estar tan cerca del cementerio y que me iba a sobrar tiempo como para hacerles una visita rápida.
Había oído hablar de ellas, a veces bien y otras veces no tanto, pero no había visto nunca ninguna imagen de como eran y en qué estado me las podría encontrar. Después de una dura ascensión por la Viale Giotto (no es que fuera muy pronunciada ni larga pero mis pies ya no podían más) el llegar allí y ver los restos de un impresionante y grandioso edificio de ladrillo me dejó un poco paralizada. No esperaba para nada encontrarme con semejantes restos y es que, aunque la mayoría de las paredes se han caído y no hay ninguna zona que conserve el techo, para mi fue sobrecogedor el poder contemplar estas ruinas. Os dejo una imagen sacada de google para que os hagáis una idea general de la clase de termas que se construían estos romanos.
Como seguramente habréis deducido u oído contar a alguien alguna vez, los romanos eran muy dados a la vida en sociedad. Alguno de los lugares de recreo que utilizaban para ello han perdurado en el tiempo y hoy los podemos visitar. El complejo más conocido y que más visitas recibe cada año puede que sea el Coliseo de Roma pero no solamente en Roma perduran ruinas de esta época. Esta civilización conquistó países a ambos lados del Mediterráneo dejando parte de su cultura en cada uno de éstos. Pero no me quiero liar más hablando de la historia general del Imperio Romano.
Una de las principales aficiones de los romanos era el cuidado del cuerpo y la mente, para ello, la higiene era uno de los puntos más importantes. De esta forma y por esta actitud tan social que los caracterizaba, diseñaron baños públicos en los que poder relacionarse con sus vecinos. Las ganas de poder llevar a cabo actividades en común, les llevó a construir termas allá donde iban pero ninguna comparable a las de la capital. En Roma, que se sepa, construyeron varias antes de las Termas de Caracalla, más pequeñas y con menos lujos.
El emperador Marco Aurelio Antonino Bassiano, conocido como Caracalla, inauguró en el año 216 d.C. las que pueden presumir de ser las más lujosas jamás construidas nunca aunque no las más grandes. Con sus revestimientos en mármol, sus mosaicos en los suelos y las valiosas esculturas que debía de haber distribuidas por las distintas salas (hoy en día se conserva alguna aunque no en el recinto de las termas), los romanos debían sentir todo el poder que ostentaba el Imperio en esa época.
Estas termas también son consideradas una joya de la arquitectura y la ingeniería gracias a los sistemas utilizados para el abastecimiento de agua, la calefacción (no solamente del agua sino de todo el edificio mediante grandes hornos) y el posterior desagüe.
La lástima de esta historia es que en el 517 d.C. gracias a la destrucción por parte de los bárbaros que querían conquistar la ciudad del acueducto que abastecía las termas, éstas tuvieron que ser abandonadas de forma obligatoria.
El edificio estaba diseñado simétrico desde el eje central duplicando así muchas de las salas para poder atraer a más gente. Toda persona que entraba en las termas, realizaba un recorrido establecido ya. Voy a intentar explicarlo rápido y sencillo sin utilizar los nombres romanos de las salas para no liaros y que lo podáis recordar fácilmente si estáis pensando visitarlas.
Todas las personas, una vez atravesado el vestíbulo, se cambiaban en el vestuario. De aquí pasaban a un enorme patio en el que realizaban ejercicio hasta que se encontraban lo suficientemente cansados como para empezar a relajarse. Podían darse unos masajes o bien pasar a lo que sería una especie de sauna amplificada para seguir sudando un poco más. El siguiente paso era la sala de los baños de agua caliente en el que se frotaban para eliminar las impurezas de la piel (con la ayuda del esclavo o del personal que trabajaba en las termas) y a continuación se tomaban un baño templado y otro frío en otras dos salas distintas. El recorrido terminaba en una piscina al aire libre en la que podían nadar cuanto quisieran.
Pero aquí no terminaba el día en las termas ya que una vez finalizado el recorrido podían o bien ir a las bibliotecas, o a las tabernas, o a conversar en alguno de los salones o simplemente darse unos paseos por el enorme jardín situado en la parte interior del recinto termal.
Para llegar a las Termas de Caracalla lo más fácil y rápido es coger el metro, línea B, parada Circo Massimo y en unos 5 minutos te plantas en las taquillas en las que venden los billetes de acceso. La situación exacta del complejo es entre la Viale Aventino y la Viale delle Terme di Caracalla.
Y como casi nada es gratis, pues esto no iba a ser una excepción. La entrada normal cuesta 6 €, hay una reducida para estudiantes, profesores y jóvenes entre 18 y 24 años que sale por 3 €, y los menores de 18 años y mayores de 65 no pagan.
Los horarios son bastante amplios, los lunes sólo abre de 9 a 2 del mediodía y de martes a domingo las puedes encontrar abiertas desde las 9 de la mañana hasta una hora antes de la puesta del sol aproximadamente.
Estos datos los he sacado de internet ya que hace un año y pico que las visité y no me acuerdo exactamente de precios y horarios. Espero que no hayan cambiado mucho.