Cuando en España se habla de terrorismo, ETA es lo primero que viene a la cabeza. Pero el monopolio de la violencia ilegítima (recordemos que el monopolio de la violencia legítima la tiene el Estado, según Max Weber) no está en manos de nadie en España.
El grupo de extrema izquierda vasco es el más longevo y conocido, pero no el único. Durante el franquismo hubo unos cuantos, y otros se crearon durante la transición. El lunes se publicó un informe de la juez Mª Paz Benito Osés, titular del juzgado número 3 de Pamplona, en el que la magistrada pedía que cinco imputados fueran juzgados por terrorismo en la Audiencia Nacional, que es donde se juzgan los delitos contra el Estado.
Se trata de la organización Falange y Tradición, un grupo que el pasado verano se dedicó a increpar violentamente a los enemigos de su patria: “el separatismo terrorista, el comunismo criminal y el liberalismo anticristiano”.
Podríamos afirmar que son unos terroristas frustrados. Sus actos no han destacado mediáticamente, no han conseguido comunicar su mensaje a la población, y ese es el puntal básico del buen terrorista.
Sin embargo, cumplen otro de los requisitos: el uso de la violencia para fines políticos. Ésta se trata de una violencia subjetiva, fácilmente identificable, que se contrapone a la violencia objetiva practicada por diputados, periodistas y todos aquellos que salgan a la palestra pública, pero este es otro tema.
Tenemos, por tanto, a un posible grupo terrorista de derechas entre nosotros. Gente “organizada, estable, armada, con vocación de permanencia y jerarquizada, capaz de una pluralidad de acciones violentas con clara intencionalidad subversiva”, según la juez.
Pero nuestros medios de comunicación principales no lo consideran importante. En su versión digital no le dedican ni una línea, es más sensacional la peineta del ex presidente y la relación entre el villano Chávez y ETA.
La existencia de una banda organizada que ha amenazado con matar a gente y ha perpetrado actos de vandalismo me parece noticiable. No hay que llamar a la desesperación ni vociferar contra todo bicho viviente, simplemente hay que informar.
No decir nada también es un posicionamiento. No revelar la existencia de un grupo que puede calificarse de terrorista me parece una falta de interés en informar a la población.
Quizá a nuestros periódicos no les interesa, quizá ellos consideran que hay hechos que es mejor pasarlos por alto. Ellos son periodistas, y esta es parte de su función, la selección de noticias. Por suerte, y pese a lo que se les puede recriminar, hay periódicos e iniciativas en internet, como por ejemplo Gara y kaosenlared.net, de contrainformación como ellos dicen, que muestran otro aspecto de la realidad.
La lectura variada, crítica y eficaz permite tener un mejor conocimiento de nuestro entorno. Este ejemplo es uno de tantos en los que se demuestra que la realidad no es en el blanco y negro de los viejos periódicos, sino en los matices de nuestro ambiente.