Cuando Shirley Jackson publicó ‘La lotería’ en ‘The New Yorker’, en 1948, el periódico recibió un aluvión de quejas. ¿Qué cuenta este relato para generar tal reacción? Un sorteo inocente nada inocente que naturaliza el miedo al convertirlo en costumbre.
¿Sería tan distinto si en una corrida se matara a una persona en vez de un toro? ¿Y si en Semana Santa se crucificara a alguien de verdad? ¿Y si el premio del Sorteo Navideño no fueran tropecientos millones sino ser lapidado? Shirley Jackson se preguntó algo así y como respuesta escribió La lotería, un relato con un sorteo muy similar al anterior. Disculpas a quien no lo haya leído por desvelar el final, aunque da lo mismo. También se sabe que moriremos y nos sigue espantando.
Aterroriza la muerte y aterroriza el azar que elige a la víctima. Un azar culpable en este cuento, pero solo en apariencia. La casualidad no existe. En La lotería, el terror lo programa la sociedad y se transmite ritualmente, como un hecho natural, para perpetuar la supervivencia y la identidad comunitaria caiga quien caiga. Posibilidad que espantó a sus primeros lectores y que obligó a la autora a explicarse: «Supongo que esperaba establecer un rito antiguo brutal en el presente y en mi pueblo para conmocionar a los lectores con una dramatización de la violencia inútil y la inhumanidad general en sus propias vidas».
Shirley Jackson (San Francisco, 14 de diciembre de 1916-North Bennington, 8 de agosto de 1965) fue una cuentista y novelista estadounidense especializada en el género de terror. Fue popular durante su vida y en los últimos años su obra ha recibido una creciente atención por parte de la crítica. Influyó grandemente en autores como Joanne Harris, Stephen King, Nigel Kneale, Neil Gaiman y Richard Matheson.
Sus obras más conocidas son posiblemente el relato corto La lotería (1948), que sugiere la existencia de un tétrico y estremecedor submundo en las pequeñas ciudades de la América profunda, y La maldición de Hill House (1959).
When Shirley Jackson published ‘The Lottery’ in ‘The New Yorker’ in 1948, the newspaper received a barrage of complaints. What does this account tell to generate such a reaction? An innocent nothing innocent draw that naturalizes fear by making it a habit.
Would it be so different if in a bullfight a person was killed instead of a bull? What if someone really was crucified at Easter? What if the prize of the Christmas Giveaway were not zillions but to be stoned? Shirley Jackson wondered something like that and in response wrote The Lottery, a story with a draw very similar to the previous one. Apologies to those who have not read it for revealing the ending, although it does not matter. It is also known that we will die and it continues to scare us.
It terrifies death and it terrifies chance that chooses the victim. A guilty chance in this story, but only in appearance. Chance does not exist. In The Lottery, terror is programmed by society and is transmitted ritually, as a natural fact, to perpetuate survival and community identity whoever falls. A possibility that shocked its first readers and forced the author to explain: “I suppose I hoped to establish a brutal ancient rite in the present and in my town to shock readers with a dramatization of useless violence and general inhumanity in their lives. own lives ».
Shirley Jackson (San Francisco, December 14, 1916-North Bennington, August 8, 1965) was an American short story writer and novelist specializing in the horror genre. She was popular during her lifetime and in recent years her work has received increasing attention from critics. She greatly influenced authors such as Joanne Harris, Stephen King, Nigel Kneale, Neil Gaiman, and Richard Matheson.
Her best known works are possibly the short story The Lottery (1948), which suggests the existence of a grim and shocking underworld in the small cities of deep America, and The Curse of Hill House (1959).
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