Lowry perseguía la iluminación.
Proust, la rama dorada del tiempo.
Dostoievsky consumió su vida en la defensa militante de una quimera absurda a la que él denominaba “el Cristo ruso”…
El Grial que persiguen los escritores de hoy puede nombrarse con sólo dos palabras: fama y dinero. Su deseo es un deseo cutre, de tonadillera o de paleto; y da la medida exacta de la riqueza y la profundidad de su experiencia, como también —sobra decirlo— de su lamentable catadura moral.